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Saltar, alentar y cuestionar

Texto por Daniel Diaz

Fotos por Andrés C. valencia

Contenido coproducido con Revista Tribuna Cultural

Era 2005 y el Once Caldas defendía su título como el mejor equipo de América, al menos en el fútbol masculino y entre otras cosas sin tener en cuenta a clubes canadienses, ni gringos, ni de varios países donde sus ligas no son “profesionales”, o donde el fútbol no es un deporte de culto. Ese año la hinchada del equipo manizaleño creció en todo el país con muchos seguidores de temporada, fugaces como la memoria de la opinión pública frente a los escándalos de acoso y abuso sexual que sacudieron la selección colombiana femenina de fútbol, y otros fanáticos y fanáticas de largo aliento que hasta hoy continúan apoyando al equipo de sus amores y terminan por llevar su pasión por el fútbol, por el baile de la pecosa como alguna vez dijera Kike Wolf, a un ámbito tan propio que se funde en su idiosincrasia.

Ganar la Copa Toyota Libertadores de 2004, el torneo de clubes más importante de un continente mayoritariamente futbolero, significó un istmo en la historia del Equipo y también en la concepción y percepción del barrista promedio, y casualmente coincidió con la conformación de uno de los parches que hacen parte de Holocausto Norte, algo que quizá también partido en dos la historia de la barra y del barrismo en Colombia. Fue uno de los primeros parches de barristas de sólo mujeres.

«Nosotras, muchas de las mujeres que para ese entonces hacíamos parte de la barra, empezamos a mirar que éramos unas chicas que aportábamos un montón, participábamos de todas las actividades, viajábamos, hacíamos todo lo simbólico que era estar con la barra, pero en sí, nosotras no teníamos incidencia en ninguna de las decisiones que se tomaban»

Comenta Juliana Toro Arias, barrista y una de las fundadoras de Fortineras, el primer parche de sólo mujeres de Holocausto Norte.

«Cuando nosotras vamos a la barra y decimos que queremos formar un grupo de mujeres, nos dicen: “no, es que el barrismo es sólo para hombres, ustedes no son capaces de hacerse cargo de un trapo, ustedes no van a cumplir, las mujeres siempre son las acompañantes, vienen por el novio, las mujeres no saben de fútbol” Nosotras damos una pelea desde lo argumental, y dijimos, nosotras llevamos también mucho tiempo acá, nos merecemos un espacio, y ellos nos pusieron un periodo de prueba de 6 meses.»

Este traspaso de los límites prejuiciosos de la sociedad manifestados en la ruptura de la resistencia de la mayoría de los líderes, a permitir y apoyar un parche de sólo de mujeres, en esta organización comunitaria que es Holocausto Norte como referente de barrismo social, puede ser evidencia de un giro gradual hacia un proceso más amplio para identidades en espacios sociales, públicos y evidentemente populares, hacia una representación más acorde con la realidad, aunque sea sólo uno de los pasos hacia lugares más equilibrados.

Sin embargo, es muy posible seguir encontrando posiciones recalcitrantes que, muy a pesar de las evidencias, se obstinan en decir que las mujeres no saben de fútbol, prejuicio que quizá Clarice Lispector representó y redactó hace más de 4 décadas en su columna Armando Nogueira, el fútbol y yo, pobre de mí, donde reconocía que de fútbol poco sabía y que siempre acudía a su hijo para entender sobre ciertas cuestiones técnicas, pero que seguía a su Botafogo querido con una ignorancia apasionada, como reprochando y diciendo que a pesar de no saber de algunas cuestiones técnicas no había limitante para disfrutar del balompié.  

«La importancia de incomodar es un reto del feminismo, y si bien las mujeres hemos logrado espacios educativos, laborales, de lo político, de lo económico, creo que sigue siendo incómoda nuestra presencia en muchos de ellos y más en espacios tan masculinizados, la cosa es con que barreras nos seguimos encontrando para ocupar ciertos espacios.»

Comenta Jessica Castaño Urdinola Docente universitaria, trabajadora social e investigadora en el Colaboratorio Pluriversos Cultura y Poder

Esas barreras para acceder a diversos espacios auspiciadas por estructuras que atraviesan a cada ser humano y que se manifiestan en roles de género demasiado rígidos, se presentan como un ejemplo más del posible doble rasero a las que son sometidas las mujeres, pues se les exige y enseña desde tiernas edades el papel que deben desempeñar, la socialización hacia el vestido de seda húmedo del que hablaba Simone de Beauvoir, y si en algún momento alguna quisiera trasgredir ese recuadro limitante, empiezan a surgir frases, acciones, coacciones y castigos que dan a entender que ese no es el rol que socialmente debería seguir una mujer, con razón Monique Wittig decía que las lesbianas no eran mujeres, pues se salían de un marco normativo de la heterosexualidad y la opresión masculina, sucede lo mismo en otros espacios que delimitan tan ferozmente el actuar de hombres y en especial de mujeres, que cualquiera que se salga del molde recibe su acostumbrado merecido.

No por nada en algunos espacios, pareciera que se le estuviera prestando un favor a las mujeres solo por asegurarles condiciones básicas, interponiendo en su camino todo tipo de obstáculos que dificultan un optimo desempeño, en el caso del fútbol y del barrismo parece evidente que se cree en peligro el monopolio de la rudeza, ubicándonos desde una perspectiva de lo tradicional, donde los hombres deben ser rudos, violentos, sin manejo de emociones diferente a la ira, y las mujeres deben ser delicadas, pacíficas y muy emocionales.

Para Jessica Castaño Urdinola «El barrismo se ha visto supermasculinizado, rudo, violento, que además generaliza, como si toda la gente que hace parte de las barras fuera así, y eso hace que la gente signifique de forma universal que la única forma de ser barrista es ser un man que se para duro, que todo lo soluciona a golpes y que consume sustancias etcétera, entonces que empiecen a llegar mujeres a hacer parte del barrismo me parece que es mostrar otro lugar y que incluso las chicas que quieren ser rudas, que quieren ser violentas, creo que están en todo su derecho, pero que hay otras también vinculando los trabajos comunitarios y lecturas de la ciudad.»

Muestra de que el sesgo ha ido disminuyendo es que ya no sólo encontramos en la literatura títulos como Dios es Redondo, El fútbol a Sol y Sombra, Fútbol y Girasoles, Cerrado por fútbol, obras escritas por hombres sobre el balompié, sino que ahora podemos elegir entre títulos como Dame la Pelota de Dalia Rosseti, Las Dueñas de la Pelota un libro colectivo de mujeres, Que Jugadora de Anyelé Pujol, El Silbato de Susana Szwarc, Balón de Cristal de Carolina Jaramillo, además existen jugadoras, comentaristas deportivas especializadas que son certeza viva de que el fútbol no es sólo para hombres.

Juliana Toro Arias confirma que la presencia de mujeres dentro de la hinchada del once caldas cada vez es mayor «Acá en Manizales ya no sólo existimos Fortineras, sino que también hay otro grupo importante que se llama Futboleras, que llevan 12 años y aparte de todo, dentro de la barra hay un proceso que se llama Mujeres del Honor que se empezó hace unos 8 años y lo que hace es tratar de hacer actividades para la juntanza femenina y para visualizar las brechas de género que se presentan dentro de las tribunas y dentro del fútbol en general.»

Las organizaciones sociales, privadas y gubernamentales son un reflejo de las practicas enseñadas, aprendidas y transmitidas antaño sobre el como debemos comportarnos, en que ambientes y bajo que circunstancias, sin embargo, el tiempo transcurre con todas las transformaciones que lleva consigo y uno de esos cambios es el cuestionamiento del statu quo.

«Así como cuando una se pregunta por una ciencia que ha sido históricamente masculinizada, piensa en ciencias duras cero emocionales, que si alguien tiene que construir un oleoducto y tiene que desplazar una población, eso no importa porque es una ciencia dura, si una piensa una ingeniaría femenina ¿Qué pasaría? Y lo mismo pasa con fenómenos como el barrismo ¿Cuál será el lado femenino del barrismo? Y si hablamos del lado femenino no hablamos de que sólo las chicas lo agencien, no, sino como también los manes piensan por ejemplo el cuidado dentro de la barra» Jessica Castaño Urdinola

Así el fútbol y el barrismo siguen transformándose cuan mutante, esta vez ampliando su espectro en un momento histórico donde las telecomunicaciones han permitido ciertas democratizaciones, y un momento histórico que en muchos espacios buscan resignificar quienes los conforman.

Como lo comenta Juliana Toro Arias «Hay chicas que son madres y chicas que invitan a sus madres a los partidos y a los viajes, nuestra estrategia es vincular a las mamás dentro del parche y vean que nosotras vivimos el barrismo desde una perspectiva, si bien es muy pasional, también tratando de que todas tengamos un proyecto de vida»

El barrismo, el fútbol y el mundo se aprestan a transformaciones más democráticas, más amplias, que representen nuestra realidad de una manera más fidedigna, depende de las organizaciones sociales, de cada una y cada uno de nosotros, evitar que caiga de nuevo en dinámicas limitadoras en exceso.

Como lo dice Jessica Castaño Urdinola «Hacer rupturas e incomodar siempre va a ser difícil, siempre va a hacer que te critiquen un montón, pero siento que para pensar otras formas para resolver los conflictos tienen harto para decir estas nenas.»

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