Texto por: Valentina Santos
Fotografìas por Andres C. Valencia
Mateo Valencia es un artista plástico y muralista manizaleño, quien hace siete años pinta en la calle mostrando su talento y pasión por lo que hace. Desde pequeño se interesó por el arte, dibujaba mucho y siempre tuvo una inclinación hacia las humanidades, hacia lo artístico y lo visual.
Lo que trajo a Mateo a este campo del arte fue su círculo de amigos, algunos como Tonra, Otis o El Paisa, artistas que hoy en día son reconocidos en el street art, pintaban en la calle y lo motivaron a hacerlo.
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Cuando Mateo comenzó en este mundo de pintura y color, empezó haciendo grafiti; sin embargo, más adelante decidió dejarlo y seguir en el arte haciendo muralismo. Quiso vivir de lo que le gustaba hacer, así fue que se motivó más para presentarse a festivales y convocatorias.
Mateo comenzó a firmar sus murales como Cráneo, pues siempre había tenido una conexión con el asunto del ser humano y cómo él puede verse reflejado en la sociedad. En sus pinturas casi siempre hay huesos y cráneos, y por medio de eso quiere reflejar esa relación de la vida y la muerte, la dualidad entre el humano y la naturaleza, y el contraste de lo que en realidad somos.
«Mostrar que lo único que nos divide es la razón y la conciencia de uno mismo».
Considera que Manizales le ha apostado estos últimos años a crear museos urbanos y que esto es bueno para que los artistas aprovechen esos espacios, también para crear un portafolio y darse a conocer desde este círculo. Este artista ha participado en festivales locales como: Manizales Biocultural, en donde ha estado en seis ocasiones y en el que próximamente volverá a participar; también en el Festival de Narrativas Urbanas; Ciudad y Lomas; y el Encuentro de la Palabra en la actividad los Colores del Encuentro, en Riosucio (Caldas).
Transformación de espacios desde el ser
Su gusto por el arte urbano se orienta a la transformación de espacios, una forma en la que él puede aportar algo de lo que hace. Comenta que la gente agradece al ver un espacio transformado, al ver una producción, o ver que pintaron su casa.
«Creo que ahí está el arte, más allá de la pintura que yo hago o el dibujo, es la experiencia que tiene el espectador con eso y la experiencia que tengo yo con ellos»
Hace dos años Mateo trabajó en la Fundación escuela contra la pobreza del barrio San José, allí daba talleres semanales para los niños, haciendo murales con ellos con el objetivo de alejar a los niños de la violencia y la drogadicción tan frecuente en este barrio.
Llevar estos talleres era enseñarle a los niños que había otra alternativa, con la que podían pintar su vida de color.
Su hija Violeta también heredó este gusto por el arte. Al verlo pintando, le pide las pinturas y pinta junto a él. Para Mateo existen dos referentes importantísimos en sus murales: su esposa y su hija. Uno de sus muros favoritos, en el Coliseo Mayor, lo dedicó a su hija, antes de este, estaba en el mismo lugar un muro de su esposa embarazada.
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A parte del muralismo, Mateo dibuja y también hace ilustración, pero en lo que más profundiza es en la pintura. Opina que con el muralismo ha generado una demanda y una buena acogida en la ciudad, puesto que ahora varios restaurantes, locales o empresas quieren un mural en sus locaciones