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Los derechos humanos no se ganan, se nace con ellos

Texto por: La Prima.

Justo después de conocer los resultados electorales del 29 de mayo, reposeteé en mis redes una de esas imágenes que rotan en varios perfiles, quizá de manera ligera y con la cabeza un poco caliente. La imagen decía «El 19 de junio sabremos si Colombia prefiere a las mujeres en la cocina o en la universidad pública», a lo que una amiga, que extraño y quiero, respondió «Otra vez los derechos de las mujeres en manos de la “mayoría” … Por qué no son derechos, es un regalo que nos han dado»

Allí reconocí lo peligroso de la frase y, además, lo interiorizado que está en el imaginario la concepción de creer que los derechos dependen más de quien gobierne que de los acuerdos previos que se aceptan y rigen a nivel nacional y mundial, acuerdos basados en la declaración de los derechos humanos, pero como salta a la vista y según la concepción institucional y la más diseminada, hay algunas personas que son más humanas que otras.

Después de años de estar en negación sobre el pensar de la gente del país, de concebir las cosas más desde el deseo y no tanto desde la lógica o desde una perspectiva más aterrizada a la realidad evitando al máximo prejuicios viciosos, entendí que la mayoría de las personas en Colombia tenemos un sesgo machista incrustado hasta el tuétano, está justo al lado de la palabra gonorrea, de las empanadas con ají, del agua de panela, lo que se ve reflejado en cifras como las del boletín 29 de la Corporación Sisma Mujer publicado el 8 de marzo de 2022, y fundamentado en estadísticas de la DIJIN y la Policía Nacional de Colombia del 2021, que informa que los feminicidios aumentaron un 12, 3% con respecto al año anterior, es decir que, «al menos una mujer fue víctima de feminicidio en Colombia cada 41,7 horas», y eso que son las cifras oficiales, que son la punta del hongo pero que deja por fuera el micelio, o la raíz que le da vida.

En un país donde según el censo del DANE en el 2018 el 51, 2% de la población colombiana era mujer, y quien sabe si entran en esta cifra las mujeres trans y disidencias sexuales-políticas, se hace urgente que los próximos planes de gobierno sean, como menos, diligentes con temas que reivindiquen y reestablezcan los derechos humanos tanto de las mujeres como de las disidencias sexuales, todo desde un enfoque interseccional, es decir, que reconozca los diferentes vectores que hacen más propensa a una persona de sufrir discriminación, violencia, desprotección. Por ejemplo, no sufren la violencia en la misma medida una mujer trans, rural y afro, que una mujer cis, citadina y mestiza, por esa razón el reto no sólo está en proteger las dignidades e integridad de las mujeres y disidencias sexuales por medio de leyes y de un sistema punitivo, generando tensas calmas como los cascos azules de la ONU, sino en educar a la población y en especial a hombres cis que suelen ser quienes más ejercen violencias.

El ejercicio de la violencia en Colombia contra minorías es una práctica común desde distintos frentes, el Estado que desconoce derechos, que pasa por sobre las leyes, es decir, que actúa de manera activa y negligente por medio de sus funcionarios y de estructuras; los estados paralelos, como los que desempeñan estructuras paramilitares, narcotraficantes y guerrilleras, donde y cuando imponen normas en territorios de influencia con atroces consecuencias; las violencias dentro del sistema de salud que no reconoce las necesidades de la población y con énfasis en las poblaciones en este artículo contenidas; las violencias cotidianas, congénitas a la heredad de las costumbres coloniales, que son transversales a todas las discriminaciones y que son el argumento del entender que transformar un país tan asimétrico en el acceso de bienestar y educación, es un trabajo arduo y que no se logra con lo que haga un gobierno, sino con lo que la gente se comprometa y modifique en su diario vivir, cuestiones pequeñas y que pueden ser de alto impacto.

Y no es desconocer las labores de organizaciones que todos los días trabajan para generar condiciones mejores para poblaciones oprimidas, es reconocer que es una labor de largo aliento. Así que lo que puede hacer el próximo gobierno es no echar para atrás derechos luchados y ganados, aunque los derechos humanos no se ganan, nacen con unx. ¿Y cómo hacerlo?

  • Cumpliendo los acuerdos de paz y la parte que habla puntualmente de género
  • Garantizar acceso a mejores condiciones laborales y ser consciente en la construcción de políticas públicas para incentivar contratación a mujeres y disidencias sexuales, de temas como la carga mental, que tienen las mujeres que trabajan dentro y fuera de sus hogares en relación con el trabajo doméstico y el cuidado; el piso pegajoso, que son todas las limitaciones que tienen mujeres, en relación con los hombres, para acceder a los mismos beneficios; o el techo de Cristal, que es la imposibilidad de las mujeres de acceder a puestos de poder y visibilidad debido a estructuras que las limitan.
  • Garantizar un acceso integral al sistema de salud y al aborto como quedó acordado.
  • Promover educación temprana y para adultos respecto a las violencias de género.
  • Proteger la vida de disidencias sexuales y mujeres.
  • Garantizar condiciones dignas, si se tiene en cuenta que en todo el planeta el 70% de las personas en condición de pobreza son mujeres.
  • Dialogar con organizaciones feministas y disidentes sexuales para la construcción de políticas públicas acordes con las necesidades de dichas poblaciones.        

En fin, la lista es larga, pero como ya se ha dicho no depende exclusivamente de lo que haga un gobierno, si no de la continuidad que permitan siguientes mandatarixs y del compromiso de la población del país.

En las próximas elecciones del 19 de Junio de 2022, nos daremos cuenta que tanto reconoce Colombia el cambio que se requiere, eligiendo la propuesta que más se amolde a suplir las necesidades insatisfechas durante tantos años.

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