Texto por: Andrés F. Motato
Fotos por: Hijas del rock
Luciana tiene 11 años, pero ya ha recorrido un largo camino en su pasión por la música. Comenzó tocando clarinete y, en algún momento, sus padres le regalaron una guitarra, aunque nunca sintió una conexión completa con ese instrumento. Fue en los Talleres de Las Hijas del Rock donde descubrió que su verdadero instrumento era el bajo. Su interés fue tan grande que, a pesar de tener el brazo fracturado, no dejó que eso la detuviera. Durante, el cierre del proyecto, Luciana se subió al escenario e interpreto tres canciones, una muestra del esfuerzo y la dedicación que ha puesto en su aprendizaje.
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Así como Luciana, cerca de 40 mujeres más encontraron en el proyecto una oportunidad para desarrollar sus habilidades musicales y explorar nuevas facetas de sí mismas. Las Hijas del Rock no solo han sido un espacio para aprender a tocar instrumentos, sino también una ruta hacia otros aprendizajes que van desde la expresión artística hasta la construcción de confianza y redes de apoyo en torno al rock, un género que sigue transformando vidas y rompiendo estereotipos en la ciudad.
Un proyecto que transforma la escena local
Manizales es una ciudad donde el rock ha dejado huella gracias a sus bandas, festivales y el esfuerzo de quienes mantienen vivo el género. Ante una realidad dominada por hombres, tres personas decidieron cambiar las reglas del juego. Así nace Las Hijas del Rock, un proyecto ejecutado en las casas de cultura de la ciudad, reuniendo a mujeres de diferentes barrios y generaciones bajo un mismo ideal: abrir caminos para las chicas en la escena rockera.
Detrás de esta propuesta están Paula Andrea Flórez, vocalista de la banda de metal sinfónico Khimera y licenciada en música y lenguas modernas; Juanita Álvarez, fotógrafa y estudiante de artes plásticas; y Jesús Bobadilla, cantante y estudiante de música. Los tres, conscientes de la necesidad de mayor representación femenina en el rock local, no solo formularon este espacio, sino que lo alimentaron con la experiencia de nueve talleristas.
Este proyecto no solo incluyó espacios de aprendizaje de instrumentos, sino que también integró otros componentes importantes dentro del mundo de la música, como la puesta en escena, marketing musical, la propiedad intelectual, técnica vocal, maquillaje, entre otros. En palabras de Paula Andrea Flórez: «Hay una diferencia muy grande en cuanto a la preparación visual de la mujer. A mí me ha tocado que, para estar lista para una presentación, tengo que dedicar muchas horas al maquillaje, al alisado del cabello y a organizar mi imagen como yo quiero, mientras que los hombres no tienen que hacer lo mismo.»
Más allá de los talleres, Las Hijas del Rock se ha convertido en un espacio seguro donde las participantes pueden colaborar, apoyarse y conectarse entre sí. Juanita Álvarez destaca que el proyecto fomenta una hermandad genuina entre las chicas, algo poco común en otros talleres que ella ha presenciado. «Aquí no hay miedo de equivocarse. Si alguien falla, las demás la animan a seguir. Es un ambiente donde todas pueden crecer y aprender juntas, sin juicios ni presiones», relata.
Las mujeres, especialmente en géneros como el rock, a menudo se enfrentan a la vulnerabilidad y el abuso sexual. “Las mujeres, lastimosamente, estamos constantemente en situaciones de vulnerabilidad al momento de cambiarnos de ropa, en hoteles con nuestros compañeros, en la celebración o remates de los toques. A veces hay excesos, alcohol, sustancias; sentimos que tenemos que cuidarnos de eso porque existe una posibilidad de ser accedidas”, Asegura Paula. Este problema resalta la necesidad de espacios seguros donde las mujeres puedan desenvolverse sin temor a la violencia o el acoso, algo que, de alguna manera, el proyecto Las Hijas del Rock también busca abordar, brindando un entorno donde ellas puedan expresarse y apoyarse mutuamente.
Este ambiente permite que las participantes formen lazos sólidos, no solo en lo musical, sino también en lo personal. «Es chévere ver cómo generan redes. Una dice que le gusta cantar, otra que le gusta la batería, y juntas empiezan a crear algo más grande. Esa afinidad entre ellas es como una congregación, una hermandad», agrega Juanita. Desde su inicio el 28 de septiembre, el proyecto no solo ha enseñado música, si no que ha sido un catalizador para el empoderamiento y la construcción de comunidad en torno al rock.
Inspiración y liderazgo femenino
Este proyecto, que nació como una iniciativa local, trascendió con un componente nacional al incorporar una tallerista de impacto: Roxana Restrepo, vocalista de Kraken. Su presencia en el proyecto le dio a las mujeres manizaleñas un ejemplo claro de cómo, desde el rol femenino, se puede construir y protagonizar la escena del rock. Roxanna, con su trayectoria y liderazgo en la industria, demostró que las mujeres tienen un lugar fundamental en la música, inspirando a las participantes a seguir sus sueños y a desafiar las barreras que históricamente han limitado su participación en estos géneros.
La semilla del proyecto
El origen de Las Hijas del Rock se encuentra en una inquietud planteada por Juanita Álvarez sobre la baja representación femenina en la escena rockera de Manizales. «Me parecía increíble que hubiera tan pocas mujeres en la escena», recuerda Juanita. Investigando junto a Jesús y Paula, descubrieron que solo el 3% de los integrantes de bandas de rock y metal son mujeres. Esta realidad, evidenciada también en eventos de la ciudad donde la participación femenina es mínima, los llevó a diseñar una propuesta con el objetivo de reducir esa brecha y fomentar la inclusión de más mujeres en el género.
Jesús Bobadilla, oriundo de San Pedro, Valle, aportó su experiencia en la formulación de proyectos para estructurar la iniciativa. «La participación femenina no solo es baja en la escena rock, sino también en la interpretación de instrumentos como el bajo y la batería, que están estigmatizados como instrumentos masculinos», menciona Jesús. A partir de estas observaciones, el equipo comenzó a planear actividades que rompieran estos estigmas y promovieran la participación equitativa en todos los aspectos de la música.
Por su parte, Paula Andrea Flórez, con su experiencia como vocalista y docente, también identificó barreras dentro del ámbito musical. «A veces siento que las ideas femeninas no son tomadas en cuenta, y que instrumentos como el bajo y la batería, que son esenciales, suelen ser los menos elegidos por mujeres», comenta Paula. Estas experiencias reforzaron la idea de que Las Hijas del Rock debía no solo visibilizar a las mujeres en la escena, sino también incentivar su participación en todos los aspectos de la música.
El rock es uno de los géneros más escuchados en plataformas como Spotify, ocupando el segundo lugar en popularidad. En este proyecto se han sumado personas de diferentes edades y motivaciones. Paula Andrea Flórez comenta: «Tengo una amiga que asiste porque no tiene muchas opciones para hacer, pero también porque tenía una deuda consigo misma. Ella decía: ‘Tengo que hacer algo con la música, aprovechar esta oportunidad’. Su interés es aprender a cantar y tocar la guitarra, y ahora está montando sus propias canciones».
Lucciana Betancourt, la joven participante, compartió cómo se siente:
«Mi experiencia en el proyecto ha sido muy chévere, he aprendido demasiado. La verdad, desde la organización, me he sentido apoyada; jamás pensé que llegaría tan lejos en tan poco tiempo. Todos son muy buenas personas y mis compañeros apoyan mucho. Los instrumentos son de buena calidad, y definitivamente vale la pena recomendar esto».
Este proyecto, que nació con el apoyo de la Alcaldía de Manizales, Llegó a su cierre el 30 de noviembre con una muestra en la Casa de la Cultura de San Jorge, donde se socializaron los aprendizajes y logros obtenidos durante los talleres. Sin embargo, Paula, Juanita y Jesús tienen la firme intención de seguir dando vida a esta iniciativa. Están comprometidos en explorar nuevas maneras de continuar el proyecto, incorporando otros componentes que fortalezcan aún más el apoyo a las mujeres en la escena del rock y permitan seguir ampliando las oportunidades para nuevas generaciones.
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