Vorágine Colectivo el remolino contracultural que transforma el techno en Manizales-3

Vorágine Colectivo: el remolino contracultural que transforma el techno en Manizales

Texto por: Valeria Cipriano

Fotos por: archivo Vorágine Colectivo

‘Vorágine’.

La palabra navega por diversos sentidos y significados: un remolino impetuoso que se forman en ríos, mares y lagos; una pasión desenfrenada o mezcla de sentimientos muy intensos; una aglomeración confusa de sucesos, gente o cosas en movimiento.  

De todas estas acepciones resulta Vorágine Colectivo. Con una atmósfera inmersiva y seductora, envuelven a su público en un torbellino navegable a pesar del caos que habita en ellos. 

Conformado por un crew multidisciplinar, amplio y diverso en sus funciones —desde la producción musical, logística, audiovisual y diseño— están: Jorge Alejandro Daza Calderón, Juan Camilo Ruíz Restrepo (SCORRPIO), Luis Enrique Arenas Patiño (ODEM), Karen Viviana Granados Erazo, Santiago Arias Prieto, Santiago López. 

Este colectivo de techno es un vórtice a la nueva era contracultural de música electrónica en Manizales.  Sus fiestas son un espacio seguro y diverso que acoge y recibe sin fijarse en las apariencias, absorbe a cada individuo y crea una sinergia entre almas que co-fluctúan a través del río musical de Vorágine. 

“Desde el principio nos ha gustado que la gente se sienta como en casa, que se sientan incluidos y que no sientan que los están mirando por encima del hombro”, explica Juan Camilo Ruíz (SCORRPIO). 

Una vez experimentando con géneros alternos a la electrónica para que pudieran incluir en su propuesta musical, como lo es el Dark Wave, encontraron un nicho más diverso y abierto a nuevas ideas. “Entonces lo que les hemos podido proporcionar es que puedan encontrar un espacio para disfrutar del techno”, complementa Juan Camilo.  

La agrupación, que lleva en la escena electrónica aproximadamente un año, conserva aún la esencia de sus inicios: jóvenes estudiantes universitarios revolucionarios e irreverentes que se reunieron en distintas etapas encaminadas a su vida profesional. Así mismo, todos comparten la similitud de pertenecer a carreras afines a las artes y las humanidades. 

“Creo que no nos despegamos del todo de estos ambientes universitarios dentro de Vorágine porque, así como empezamos en la Universidad de Caldas, también tuvimos la oportunidad de estar en la Universidad Nacional apoyando a estudiantes en un paro estudiantil. Aunque el colectivo es un espacio abierto para las personas, conservo mucho ese orígen universitario”, dice Ruíz.

Parte del trabajo en colectividad se basa en crear una relación estable de confianza. Para Karen Granados, su experiencia por el lado del diseño audiovisual, ha sido un constante aprendizaje. “Es un trabajo de conciencia hacia mí y, en cuanto al proceso, es confiar en el resultado del otro. Es estar aportando nuevas perspectivas donde no estoy trabajando sola sino en conjunto”, comenta. 

Vorágine asocia el trabajo en colectividad como algo experimental, donde se da un espacio seguro para respetar todas esas individualidades que los unen, siendo la constancia la clave para mantener vivo un proyecto. “A mí me han gustado todos los altibajos que tenemos. Cuando estamos motivados y trabajando, cuando estamos deprimidos y dejamos tirado el proyecto, pero luego volvemos y retomamos. Ha sido muy chimba ese proceso, obviamente todo desde el aprendizaje y lo experimental”, complementa Santiago Arias. 

La noche se despide para darle paso a la madrugada y, entre la ambigüedad del calor interno y el frío externo, dos de los residentes de Vorágine se preparan para compartir tarima con otros artistas de la ciudad. 

Los pasos de baile se acoplan a las lentas frecuencias de la música. Los vidrios y las paredes sudan a la par de sus asistentes hipnotizados por los visuales proyectados contra telas blancas. 

“Vengo de la escena pereirana que está muy arraigada a querer generar un sonido propio. Finalmente empecé a trabajar más que en un sonido, en una experiencia para las personas porque comprendí que lo que me hacía feliz era ver a la gente contenta”, dice Luis Enrique Arenas Patiño (ODEM). 

Llevando la batuta de su propio destino, ODEM comienza su experiencia sensorial con el mismo sigilo que una serpiente maneja en la selva. “Empiezo la narrativa desde abajo, cuando veo que la gente conecta en algún punto con la música pienso ‘por acá fue’. Es un proceso de seducción de la pista y lo que tengo para ofrecer”. 

Luis ODEM conserva una postura relajada, dejándose fluir en un vaivén de lado a lado por su música. Y, sin despegar la mirada de la consola, continúa con su travesía sonora por una idílica amazonas. Los cuerpos danzantes vibran en sintonía, seduciéndonos a explorar nuestro lado más salvaje. 

Cuando está pronto a finalizar con su set, disminuye los bajos para darle paso a los siguientes beats que, diversos, se complementan. Los sintetizadores toman fuerza una vez que Juan Camilo se apodera del escenario. El público, expectante, recibe la acidez de sus melodías oscuras que apelan a la nostalgia en un imaginario de un pueblo fantasma reducido a cenizas. 

Evocando a un volcán en erupción, la latente pasión se arremolina dentro del bar. Afuera, transeúntes pasan mirando hacia ese segundo piso, quizás preguntándose qué ocurría allí. Adentro, el toque explosivo de SCORRPIO constata el rumbo que toma la lenta metamorfosis de la escena de techno en Manizales.

“Me gusta evocar esa parte nostálgica en la que la gente, mientras está bailando, no está ligada mentalmente a algo vacío o a un sonido supremamente abstracto, sino mantener cierta melodía y cosas que evoquen un sentimiento. Quiero que las personas se sientan libres de poder bailar y expresarse al mismo tiempo que asocian a una emoción con ese movimiento de su cuerpo”, dice. 

Vorágine Colectivo, al fin y al cabo, es una conjunción de experiencias que se les regala a las personas. Gestándose del espontáneo encuentro entre amigos, sus anhelos trascienden las expectativas materiales, manteniéndose fieles a crear espacios seguros y diversos, donde dentro de la comunión se respetan las individualidades colectivas.

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