Texto de: Stefanny Gutiérrez Duque.
Fotografías de: Andrés C. Valencia.
A las afueras de Manizales, cobijado por las montañas, se encuentra el hogar de Carolina del Valle, una mujer cuya pasión, el teatro, le ha dado la voz para expresar cosas que nunca se había atrevido a decir, y la memoria para recordar costumbres y tradiciones olvidadas.
Carolina siempre ha sido amante de la tranquilidad que brinda lo rural. Después de haber vivido en Manizales, decidió buscar la calidez de las montañas mudándose a las afueras de la ciudad y desde allí le da vida a Autanasia, la reina de la montañerada.
Lo que es y hace Carolina actualmente se remonta a sus años escolares en Medellín. Su gusto por este arte nació cuando cursaba sexto grado y estaba en contacto permanente con las obras y talleres de teatro. Más adelante, al comenzar sus estudios universitarios, tomó otro rumbo, decidió estudiar Administración de empresas turísticas en el Colegio Mayor de Antioquia.
A pesar de no seguir la carrera sobre las tablas, Carolina buscó constantemente la manera de involucrarse con el teatro en su época universitaria. Formó parte de los clubes y obras de teatro de la institución y allí conoció a quienes se convertirían más adelante en sus mentores.
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Desde antes de titularse, Carolina ya había conseguido trabajo en su profesión; sin embargo, el gusto por el teatro seguía rondando su vida. Fue entonces cuando decide dejar su trabajo y seguir el camino del arte dramático.
«Pero no pasaron ni ocho días, yo no me quedé ni ocho días acostada. Yo renuncié y al otro día ya tenía trabajo con teatro».
Y es que lo que caracteriza a Carolina es la fe en lo que hace y la plena certeza de que esto la hace feliz y la hará salir adelante al tiempo que aporta a los demás desde el teatro. «Soy muy sensible al arte, me gusta mucho el campo, me gusta mucho trabajar por a gente, por la gente del campo». Disfruta lo que hace porque es algo de beneficio mutuo y tiene mucho que ver con la felicidad desde lo inmaterial.
«No necesitamos nada para ser felices.
Necesitamos estar vivos y querer al otro».
Un día cuando, Carolina tenía que hacer acompañamiento a la fiesta vendiendo una experiencia con personajes familiares para un sitio turístico, Autanasia nació.
Nació como una forma de reivindicar las tradiciones campesinas del Eje Cafetero. Ella resalta todas las costumbres y creencias típicas de quienes habitan el campo, pues es una señora a quien nada le avergüenza y es ella quien hace lo que Carolina no se atrevería.
Autanasia es una mujer muy sencilla, usa los colores de la ‘galancia’; usa medias de campeona, o sea, de futbolista, y una falda flamenca traída de ‘yuropa’. En cuanto a accesorios, se pone un collar lleno de bombillos porque «uno tiene que vivir iluminao’ y lleno de alegría», además de un collar para guardar los ‘piedrólares’. Y no puede faltar ‘el líchigo’, muy importante, traído de la plaza de flores de Medellín.
Autanasia sabe mucho de maquillaje, pero a la hora de hacerlo es muy básica y se enfoca en darle profundidad y volumen a ‘la cutis’. Su maquillaje está inspirado en el animal más ‘impotente’ de la naturaleza: el pavo real; y sus cejas, en ‘Frida Kaló’. Eso sí, como último detalle, los brillos, pues son imprescindibles para quienes, como ella, están buscando marido.
Esta mujer montañera se caracteriza por una mezcla contrastes entre el pasado y el presente, entre lo actual y lo contemporáneo, pues le gusta la música guasca, pero también el reggaetón y el perreo intenso. En palabras de Carolina, Autanasia es:
«Ella es esas ganas de llevarle a todo el mundo la tradición, la importancia del café, de la aguapanela… de qué es una ‘bogadera’, por qué antes se pedía el pulso y ahora ya no lo pedimos… Es esa intención de no dejar olvidado eso tan lindo que nos entregaron».
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