Danza de amor para una persona y un cuerpo (1)

Danza de amor para una persona y un cuerpo

Márcia Milhazes Compañía de Danza trae de Brasil una obra dolorosa, asfixiante y por momentos graciosa, que revela los comportamientos abusivos que en nombre del amor nos terminan separando.

Texto por: Rafael Santander Arias

Fotos: Andrés C. Valencia

Guarde-me, presentada en el teatro Fundadores el 7 y 8 de septiembre por Márcia Milhazes Compañía de Danza, en su sinopsis habla de «un delicado registro coreográfico que explora las profundidades emocionales del amor de pareja». La obra forma parte de una trilogía «ambientada en el universo de las cartas de amor» según informa la compañía, pero la presentación expone unas ideas completamente diferentes para mí.

Tengo preguntas como ¿qué tipo de cartas leyeron durante la construcción de la obra? ¿Qué relación tiene esta pieza con las demás de la trilogía?, y la más importante: ¿cuál es la visión y el concepto del amor que está trabajando la compañía? Si lo que vi en el escenario fue amor, esta sería una de sus formas más retorcidas, dolorosas y crueles, o solo una forma de enamoramiento falso y apego destructivo que de amor solo tiene el disfraz.

Si pudiéramos caracterizar a los personajes que protagonizan la obra con pocas palabras, «ligero», «soñador» y «embelesado» podrían describir al hombre y «pesada», «melancólica» y «displicente» podrían caracterizar a la mujer.

El telón se abre revelándola a ella, y su andar de pasos cortos, lentos y dubitativos. Con dificultad uno de sus brazos intenta entrar a la manga del buzo que le cuelga del hombro ya abrigado. De esta acción tan sencilla se origina el gran conflicto de toda la pieza.

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El hombre, con una sonrisa de oreja a oreja, mirada en alto y entusiasmo enceguecedor entorpece cuando no frustra los intentos de la mujer de ponerse el buzo mediante abrazos, giros y elevaciones. Él poco la mira, se le nota enamorado de una fantasía, posiblemente obsesionado con la idea del amor, y más bien poco interesado por esta mujer que tiene al frente, quien recibe los golpes y empujones de su danza jovial de ensoñación amorosa.

La dinámica cambia cuando el hombre logra hacerse con el buzo y amarrarlo a su cintura. Desde ahí la mujer se le acerca, y sus manos lo buscan. Con la mujer detrás suyo, el hombre aprovecha para abrazarla, cargarla y moverla a su antojo mientras ella, pusilánime, se deja mover.

En último lugar aparece la asfixia. La mujer logra recuperar el buzo, se lo pone al revés y este la asfixia, al quitárselo se separa del hombre y ahora es con su falda que se tapa el rostro, quizás asfixiándose también hasta que finalmente el hombre imitando la acción de la mujer, se quita su camisa sudorosa y envuelve en esta la cabeza de ella, quien para nuestro alivio se libra del hombre y dejando el buzo en el suelo huye.

La huida de una mujer asfixiada por un hombre obsesionado que no ve nada en ella aparte del medio para la realización de su deseo, forzándola a dejar incluso su objetivo, concluye la obra y me invita a preguntarme, nuevamente, por esa idea de amor que trabajó la compañía. O si acaso el objetivo consistía en cuestionar este «amor» profesado en cartas enfermizas de hombres «románticos», si en estos abrazos al vacío que terminaban en una autocomplacencia se quería representar al hombre que se llena la boca con expresiones de cariño dirigidas a una amada que no es otra que su imagen. Esta mujer, en un estado desolador y crítico intenta abrigarse, procura darse calor y sosiego y busca la soledad sin poder lograrlo, víctima de un acosador bienintencionado.

Si la compañía de danza ve como amor, desde un desencantado y aprendido cinismo propio de este siglo, todas las atrocidades que se cometen en su nombre, una quimera que envuelve los destinos de dos anónimos y los guía a su mutua destrucción, podríamos decir que Guarde-me es una de las representaciones que mejor representa esta forma espiritual de veneno. Si, por el contrario, se entienden por amor aquello que eleva a los amantes después de sumergir a cada uno en la profundidad del otro, como ese vínculo que una vez establecido multiplica las fuerzas de ambos y expande su espíritu, quizás hubo una confusión de parte de quien redactó la sinopsis, entré al lugar equivocado y vi otra cosa o, simplemente, mi malicia me impide ver con ojos inocentes esas profundidades del amor, veladas en medio de romanticismos machistas y anticuados.

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