Texto por: Jonny Carvato.
Ilustraciones por: Santiago Orozco.
«Matanza de personas, por lo general indefensas, producida por ataque armado o causa parecida». De esta manera la RAE define el término Masacre, no muy lejano al panorama colombiano donde hasta la fecha se conocen 61 masacres en lo que va corrido del año, las dos recientes en las últimas 24 horas, ante lo cual la ONU ha evidenciado un detrimento en la seguridad del país, y resalta que una masacre ocurre cuando tres o más personas son asesinadas en un mismo hecho y por un mismo perpetrador.
El organismo internacional, quien ha supervisado la implementación del proceso de paz desde el 2016, se ha pronunciado ante los recientes y repetitivos eventos evidenciando una espiral de violencia en Colombia, puntualiza así aquellas condiciones que son un común denominador en los territorios en los cuales se han presentado las masacres: La presencia de grupos armados al margen de la ley, las pocas oportunidades laborales sumadas a las bajas condiciones económicas, un alto índice de pobreza y una restringida presencia del estado. Desigualdad social sin filtros ni censura.
«Que hemos vivido otras masacres peores, es cierto. Que nos tocó ver cadáveres cortados con motosierra bajando por los ríos en el pasado, es cierto. Que cinco o seis muertos son pocos frente a lo que han dejado otros hechos de terror, es cierto. Sin embargo, nada de eso les quita el dolor a las madres que enterraron a sus hijos en Cali, Samaniego, Leyva, Arauca, Tumaco».
Expresa la columnista Yolanda Ruiz para el diario El Espectador.
En este sentido, acorde con la postura de Ruiz, diría que la reciente ola de terror y consternación que acapara el territorio colombiano, vuelve a nosotros como un deja vú estremecedor que nos recuerda los eventos catastróficos que han teñido de sangre las páginas de los titulares nacionales e internacionales. Un breve recuento histórico de estos actos de violencia en Colombia se enuncia a continuación, rasgando la herida que teníamos cicatrizada, sin embargo, es importante reconocer y reconciliarnos con nuestra historia para no caer en el bucle del error, viviendo de nuevo el dolor del pasado:
- Masacres durante la colonización y conquista española.
- Masacres de las guerras civiles del siglo XIX: Navidad negra y Genocidio del Putumayo.
- Masacres en huelgas, protestas y movilizaciones en el siglo XX: Masacre de los Sastres, Masacre de las Bananeras, Masacre de estudiantes, entre otras.
- Masacres durante la violencia bipartidista.
- Masacres a causa del conflicto armado interno en Colombia: A cargo de los grupos guerrilleros, las fuerzas militares, los carteles de narcotráfico, las Bacrim, los grupos paramilitares y la delincuencia organizada.
¿Qué está pasando?
Pensábamos que el acuerdo de paz firmado con las Farc durante el gobierno de Juan Manuel Santos, mitigaría la violencia y el conflicto armado en Colombia, pero durante este periodo la violencia intimidatoria no ha cesado del todo a causa de los distintos agentes del conflicto armado interno, donde según la Revista Semana en los últimos 60 años ha superado los 9 millones de víctimas.
El derramamiento de sangre en nuestro país, además de generarnos un profundo dolor, nos llena de impotencia, porque sabemos que la mayoría de estos crímenes quedan en la impunidad, en la arbitrariedad de un estado injusto y un gobierno muchas veces cegado por intereses personales o por poderes políticos, y otras veces más por razones que nunca justificarán un crimen a sangre fría, eventos que por cierto han migrado hacia las almidonadas páginas de la literatura colombiana.
«Debían de haber pasado varias horas después de la masacre, porque los cadáveres tenían la misma temperatura del yeso en otoño, y su misma consistencia de espuma petrificada, y quienes los habían puesto en el vagón tuvieron tiempo de arrumarlos en el orden y el sentido en que se transportaban los racimos de banano. Tratando de fugarse de la pesadilla, José Arcadio Segundo se arrastró de un vagón a otro, en la dirección en que avanzaba el tren, y en los relámpagos que estallaban por entre los listones de madera al pasar por los pueblos dormidos veía los muertos hombres, los muertos mujeres, los muertos niños, que iban a ser arrojados al mar como el banano del rechazo».
Gabriel García Márquez, “Cien años de soledad”.
La literatura, el cine, las artes en general han retratado en sus creaciones a lo largo de la historia de la violencia en Colombia, hechos que aunque se cataloguen como “homicidios colectivos”, no son más que masacres en el término figurativo de la palabra, así, sin pretensiones de suavizar el término o hacer parecer menos monstruoso el acto de barbarie.
La horrible noche no ha cesado, seguimos viviendo en pesadilla.
Movilizándonos, alzando nuestras voces y proclamando a viva voz nuestra tan anhelada paz, exigiendo garantías, seguridad, el mínimo respeto a la vida y a los derechos humanos, los colombianos marchamos como un rio blanco o como una negra procesión funeraria, entonando cantos de esperanza por las calles de todo el territorio nacional, mientras continuamos cuestionando el comportamiento y reacción del gobierno, especialmente del presidente Iván Duque, quien a horas de la medida de aseguramiento contra el ex presidente Álvaro Uribe Vélez, se proclamó en su defensa, caso contrario a lo ocurrido con las recientes matanzas que han sacudido al país, donde tardó algunos días en anunciar su desaprobación y desconcierto.
Se posa sobre todos nosotros una gran incógnita acerca de las masacres de las últimas semanas, ¿Se maquinará alguna estrategia política tras estas? ¿Miedo infundido o represión social? ¿Qué hay detrás de las masacres en Colombia? ¿Cuáles son las consideraciones del gobierno frente a las recientes masacres? ¿Cesará la horrible noche en nuestra masacrada patria? ¿Seguiremos en guerra? ¿Estaremos condenados a repetir la historia? Son algunos interrogantes que nos hacemos los colombianos ante el crimen, ante el terror, ante la impunidad.