Dosis de conciencia para un consumo responsable de psicoactivos (10)

Dosis de conciencia para un consumo responsable de psicoactivos

Texto por: Tatiana Guerrero

Fotografías: Giovanny londoño

Manizales es conocida como la ciudad universitaria, la más competitiva, un epicentro para el emprendimiento y un lugar envidiable para vivir, con atardeceres que cautivan a quienes la habitan. Sin embargo, detrás de esta imagen optimista, pulula un problema que pocas veces recibe el foco que merece: el creciente consumo de sustancias psicoactivas, tanto lícitas como ilícitas, que están permeando los espacios recreativos, públicos y académicos de la ciudad. 

Hace más de dos años, Jhon Faber Gálvez, sociólogo egresado de la Universidad de Caldas, a través de una investigación puso todos los reflectores a este problema, que no solo afecta a Manizales sino a todo el departamento de Caldas, sobre todo en la población joven. Así lo evidencian los resultados de la más reciente Encuesta Nacional Escolar, en la cual el departamento se posicionó entre los primeros lugares en consumo de sustancias psicotrópicas por parte de estudiantes, incluyendo marihuana, popper, alcohol, pegantes, LSD y el uso de vapeadores.

Los hallazgos no solo generaron una alerta, sino que también evidenciaron la necesidad apremiante de diseñar un proyecto que abordara esta problemática estructural. Así nació Consumo Cuidado, un programa liderado por Faber en colaboración con Yeny Paola Muñoz, trabajadora social, y desarrollado en la Universidad Nacional sede Manizales, con el objetivo de generar un impacto transformador en la comunidad universitaria.

El estudio, llevado a cabo en 2022, reveló que en las zonas externas de la Escuela de Arquitectura y Urbanismo predominaba el consumo de alcohol, seguido por el de cannabis, especialmente entre jóvenes de 18 a 30 años. En una investigación posterior, realizada en colaboración con el proyecto Échele Cabeza, se descubrió que muchos estudiantes universitarios llevaban en sus billeteras diversas sustancias, entre las más comunes: LSD, LSA, éxtasis y tusi. También se identificó una creciente oferta de comestibles cannábicos en el entorno.

Además, el análisis evidenció la presencia de actores externos, como habitantes en condición de calle, quienes se refugiaban en las instalaciones de la escuela y evidenciaban patrones de consumo distintos en los que se desechaban jeringas y condones. Estos elementos no solo planteaban retos en términos de salud pública, sino que también impactaban física y simbólicamente el ambiente académico.

“A partir de allí formulamos un plan de actividades, el cual llevamos cumplido casi el 100%. Realizamos capacitaciones de todos los niveles dirigidas a los estudiantes, personal administrativo, docentes y directivos. El equipo también recibió capacitación en temas como el abordaje de dispositivos comunitarios, en el marco técnico de acción y formación en las zonas de orientación universitaria”, explica Faber. 

Las capacitaciones fueron solo el comienzo de un proyecto que pronto comenzó a evolucionar hacia una propuesta más integral y sólida. Este big bang incluyó la creación de una ruta de atención integral y prevención del consumo, un esfuerzo estructurado para abordar de manera más efectiva esta problemática. En este punto, Yeny emergió como una figura clave, asumiendo el liderazgo del proyecto. 

La ruta fue concebida con un enfoque humano y sociocultural, alejándose del prohibicionismo y de un cumplimiento rígido de las normativas institucionales. Su diseño inclusivo permite que pueda ser activada por diversos actores: estudiantes, profesores, personal administrativo e incluso familiares.

Además, tiene aliados institucionales y otros externos, y se conforma de múltiples vertientes, adaptándose a las necesidades específicas de quienes la buscan, ya sea orientación, apoyo o acceso a recursos particulares, garantizando así un acompañamiento personalizado y efectivo.

“Nos pensamos tres líneas totalmente diferentes, porque no todos necesitan acompañamiento terapéutico o que se extienda la ruta externa, sino que muchos necesitan información o apoyo alimentario. Entonces, cómo desde Bienestar Universitario se puede gestionar esas necesidades para transitar la U. de una forma menos compleja, y más en esta ciudad donde recibimos muchos foráneos que tienen que adaptarse”, explica Yeny. 

La trabajadora social destaca que el uso de sustancias es solo la manifestación superficial de un problema mucho más complejo y profundo. En realidad, detrás de este comportamiento subyacen factores como la pobreza, la gestión inadecuada de las emociones, las violencias intrafamiliares, las condiciones sociales desfavorables e incluso la mala alimentación y otras carencias que promueven el consumo de drogas.

“Cuando abordamos estas situaciones de raíz, logramos que el consumo comience a disminuir o que la persona desarrolle nuevas perspectivas y reflexiones sobre su relación con las sustancias”, explica la profesional. 

Talleres creativos y alianzas comunitarias

El arte y la cultura se integraron al programa como una estrategia clave, transformándose en herramientas esenciales para reflexionar y dialogar sobre las drogas, un tema que aún sigue siendo tabú, incómodo y generador de fricciones. A través de alianzas con diversas instituciones, se desarrollaron intervenciones lúdico-pedagógicas y artísticas dentro de los campus universitarios, con apuestas innovadoras y sensibles.

“En muchos casos, no abordamos directamente el tema de las sustancias. Organizamos talleres de pintura, tejido y performances en horarios y espacios asociados al consumo (como las 3, 4, 5 de la tarde), especialmente en zonas frecuentadas por las poblaciones más vulnerables. Las personas se sumaban de manera espontánea, revitalizábamos los espacios, y luego les explicábamos que esto hacía parte de Consumo Cuidado”, comenta Faber.

La estrategia logró articular a diversos actores que, trabajando en conjunto, construyeron un sólido ecosistema comunitario para fortalecer el programa. Entre los aliados destacados se encuentran la Dirección Territorial de Salud de Caldas, clínicas de salud mental, Alcohólicos Anónimos, la Revista Cultura y Droga, Bienestar Universitario (U. Nac y estudiantes de artes escénicas, quienes aportaron desde sus performances. 

Manual del consumidor responsable

Cuando hablamos de consumo consciente, puede parecer un concepto simple, pero la realidad es que implica una discusión más amplia de lo que aparenta. Faber ofrece algunos consejos para aquellos que buscan establecer una relación más responsable con estas sustancias:

  1. Si eres un consumidor habitual de marihuana, lo ideal es que empieces a cultivar tu propia planta. Esto no solo te permite evitar el mercado ilegal, sino también el riesgo de adquirir productos provenientes de cadenas narcotraficantes, como los concentrados que se importan desde el Cauca, cuyos orígenes y composición son en su mayoría desconocidos.
  1. Cambiar los dispositivos de administración. Por ejemplo, una pipa de vidrio es una opción mucho más recomendable que las de madera o aluminio, pues estas últimas pueden liberar sustancias dañinas.
  1. Es fundamental identificar si tu consumo es recreativo, experimental o problemático, ya que esto influye directamente en la forma de administración y en los efectos que experimentas. Cada tipo de usuario debe ajustar su consumo a sus necesidades y a los efectos esperados.
  1. No dudes en analizar la sustancia en un laboratorio de confianza. Esto te permitirá corroborar que lo que te han vendido es realmente lo que esperabas, y evitarte sorpresas desagradables.
  1.  Un consumidor responsable debe hacerlo en espacios donde no se perturbe a los demás. Es importante respetar a quienes no consumen, evitando que tu comportamiento afecte el entorno.
  1. Infórmate adecuadamente sobre lo que consumes y busca siempre maneras de dominar tu consumo, entendiendo sus efectos y riesgos. La clave está en ser consciente y no dejarse llevar por impulsos o presiones externas. Puedes encontrar información confiable en www.echelecabeza.com

Sinergia Utópica: Educando en la pista de baile

Sinergia Utópica es otra apuesta de ciudad. Se presenta como una propuesta que desafía los límites convencionales de la educación, alejándose de las aulas para aterrizar en un escenario de entretenimiento como lo es la escena electrónica de Manizales. Este espacio, reconocido y estigmatizado por su consumo elevado de psicotrópicos, especialmente  sintéticos como la cocaína y el LSD, se convierte en el lugar perfecto para la reflexión y el debate sobre el uso responsable de las drogas.

El colectivo ha encontrado en las fiestas electrónicas una puerta abierta para hablar de prevención sin recurrir a la moralización ni al señalamiento de los peligros que puede tener el policonsumo. «En estos eventos hablamos sobre el uso responsable, no desde la prohibición, sino desde la información y la prevención», comenta Ana María Cárdenas, psicóloga e integrante de Sinergia. 

Su enfoque se basa en educar sobre los componentes y efectos de las sustancias, explorando sus impactos a nivel neurológico, emocional, comportamental y los problemas derivados del abuso. De esta manera, buscan fortalecer la escena como un espacio seguro para todos, donde la diversión y la socialización sean la prioridad, y no el consumo excesivo de drogas que degrada la experiencia.

«Queremos que la gente se conecte con la música, no con la idea de drogarse», añade Ana. «Si van a consumir, que lo hagan con conciencia, sin usar el evento como excusa para agredir o causar incomodidad. Incluso dejamos papeles en las fiestas para que las mujeres puedan avisarnos si sienten peligro».

Le recomendamos leer:

{{ reviewsTotal }}{{ options.labels.singularReviewCountLabel }}
{{ reviewsTotal }}{{ options.labels.pluralReviewCountLabel }}
{{ options.labels.newReviewButton }}
{{ userData.canReview.message }}
SUSCRÍBETE AL Newsletter Revista alternativa

Al inscribirte en la newsletter de Revista Alternativa, aceptas recibir comunicaciones electrónicas de Revista Alternativa que en ocasiones pueden contener publicidad o contenido patrocinado.