Texto y Fotos: Rafael Santander Arias
«Para entender al riosuceño hay que conocerlo en sus dos facetas: la carnavalesca por un lado y la religiosa por el otro. Los que entran al diablo a la plaza en carnavales son los mismos que cargan al Nazareno en Semana Santa». Estas fueron de las primeras palabras que compartió conmigo el escritor riosuceño Óscar Henao Carvajal mientras me hablaba del último proyecto en el que trabajaba: una historia de la fe católica del municipio. Esa mañana, de camino a su casa, después de semanas de sequía se anunciaba una temporada de invierno: viento frío, nubes grises, densas y amorfas cubrían el sol. En el parque de La Candelaria el asfalto húmedo tenía el resplandor mate típico posterior al rocío matutino y el agua contenida en las hojas de los árboles salpicaba el suelo con el posarse de los pájaros.
A unas cuadras del templo de La Candelaria tiene Óscar Henao Carvajal su cambuche literario. Él pide que le «hagan una perdida» cuando se acerquen a su residencia para recibir a los visitantes. Un aviso de «FOTOCOPIAS» en la ventana señala el lugar: un apartamento, adaptado de una casa más grande, a cuadra y media de la iglesia. Abre la puerta en unas medias grises que hacen juego con su pantalón de tela. y del bolsillo de su camisa manga corta de cuadros color azul cuelga un lapicero listo para las firmas y los apuntes.
Henao Carvajal desafía la imagen típica del escritor de rostro pensativo y mirada profunda, tras la puerta hay un hombre bajo de estatura, tímido y de apariencia amable y sencilla. Lo último se corrobora inmediatamente, su apartamento es austero y esencial, lo que contrasta con su prosa exuberante; su amabilidad y hospitalidad se mantienen a lo largo del encuentro; pero su timidez y distancia, en cambio, rápidamente se transforman en la típica confianza del amigo entrañable, llena de declaraciones escandalosas, divertidas y vulgares de un compañero de copas de la juventud.
«Esto de escribir encoña más que la paja» dice con desparpajo mientras exhibe sus nueve publicaciones, sentado en su escritorio, con un archivo de Word abierto en el que trabaja su siguiente libro. En medio de nuestra conversación habla de las demás historias que tiene en la cabeza y que quiere contar: la de Marmato, la del narcotráfico en Riosucio y la de la homosexualidad en Colombia son algunas de sus obras pendientes, proyectos ambiciosos, monumentales, que no parecen angustiarlo en lo más mínimo sino, por el contrario, tranquilizar su ansiedad de escribir en esta maratón editorial que inició en el 2020 —aunque ya tiene libros publicados desde el siglo pasado— y que no parece que vaya a detenerse pronto.
Un vistazo a sus medias es suficiente para sacarle un comentario: «mi abuelo me enseñó que la vida y la muerte entran por los pies, por eso siempre escribo descalzo», me dijo. Sus plantas en contacto con el suelo, según esto, le permitirán sentir la muerte llegar. Quizás su inminencia o por lo menos su amenaza distante sea lo que lo mantiene sentado en su escritorio trabajando en esta labor interminable de acabar un libro para empezar otro. El deseo de eternizarse a través de su producción, por lo menos, lo expresa en medio de la conversación sin asomo de pudor. Claro que hay también una preocupación por conservar el patrimonio cultural del territorio, pero en su libro más reciente la Cartilla alegría de comer su voz de comentarista está siempre presente o, para ser más adecuados, su voz es incapaz de mantenerse al margen de esta serie de testimonios y textos curados, sino que, por el contrario, cada una se convierte en una excusa para una glosa barroca de su pluma. Rescata del olvido la memoria de su pueblo, sí, pero para poder rescatar su nombre junto a este, o por lo menos eso parece.
Óscar Henao Carvajal vive en un apartamento reducido: cocina y baño están separados del único ambiente que sirve de habitación, sala y estudio. Unos pocos muebles delimitan los espacios: una cama, una mesa de noche, un closet para su ropa, un sofá, una mesa auxiliar que sirve de comedor y escritorio, una estantería de libros y unos entrepaños dedicados para su computador e impresora. Con estos pocos elementos vive en un espacio mínimo vital para un hombre entregado con humilde sacrificio a la escritura.
Porque es la escritura, no propiamente la literatura, el oficio de este hombre. Sus últimos libros publicados evidencian este afán de rescatar la historia y las costumbres de Riosucio de una muerte temida, del inclemente paso del tiempo y el posterior olvido: las tradiciones del carnaval, los relatos de la cultura popular, la historia del municipio y las memorias de los mayores vienen cobrando peso en sus producción que inició con reflexiones alrededor del arte dramático. Diversas voces riosuceñas cuentan las historias de espantos, leyendas de brujas y duendes, la historia de las dos plazas del pueblo o en el caso de su último trabajo publicado hasta la fecha, la Cartilla alegría de comer recoge las recetas tradicionales de Riosucio junto con narraciones sobre los platos y sus contextos tomados de entrevistas con habitantes de todo el territorio realizadas por él mismo.
Para este trabajo el escritor recorrió las calles de Riosucio y los resguardos indígenas buscando a quienes se han encargado de conservar la gastronomía típica a través de la herencia familiar o de rescatarla a través de investigaciones y entrevistas como las que el propio Henao Carvajal viene haciendo. Viajes hechos principalmente a pie, su medio de transporte predilecto, en parte por disfrute y en parte también por la misma austeridad de recursos con las que cuenta para investigar. Es habitual su rechazo de ayudas que vienen de figuras políticas, principales interesados en su labor, dado el interés de aprovechar sus obras para hacer propaganda. Esto se debe a los principios con los que rige su labor: un compromiso con el territorio y con la honestidad en primer lugar por encima de agendas privadas e individuales.
Su interés desde temprana edad por la disciplina poética y teatral encontró un hogar en el Carnaval de Riosucio y de ahí nunca se ha alejado: además de participar activamente en este, también le ha dedicado algunas de sus obras. Para él representa el punto más alto de la cultura riosuceña, una expresión popular pura y hermosa que se viene manchando por la forma como este se ha venido utilizando como una herramienta más para hacer política. «El carnaval acá se hace con las uñas. Todo lo que usted ve es porque lo pone la gente», dice «pero como mueve tanta gente los políticos aprovechan para prometer de todo». No es para sorprenderse que decepciones pasadas le hayan hecho desconfiar de estas figuras.
Henao Carvajal habla de cómo en épocas de elecciones lo buscan candidatos para comprarle libros y retratarse con él, que de la misma manera le ofrecen financiar sus obras si está dispuesto a incluir mensajes que apoyen el discurso de cierto partido político o del interés de algún grupo privado, a lo que siempre se ha negado y, por ende, cualquier estímulo público que, según sus palabras, dependen de padrinos políticos y de roscas a las que se resiste a pertenecer. Sus creencias particulares le impiden trabajar para instituciones como la diócesis o el Estado, prefiriendo siempre la independencia junto con las dificultades que esto conlleva con tal de poder mantenerse fiel a sus principios y a lo que realmente lo inspira. «Me debo a Dios, a una energía positiva, a una madre que me enseñó a leer y a escribir y a un abuelo que me contaba historias de espantos y, como soy un ratón de biblioteca, también a la Universidad de los Libros».
Las acciones y la obra de Óscar Henao Carvajal destacan por su compromiso con su territorio y con la preservación de una memoria que le permita superar la muerte individual y colectiva. La nobleza de estos fines, aún salpicados con esa búsqueda de la redención individual, se intensifican con esa negativa rotunda a vender sus intereses a instituciones de poder y de permitir que sus libros se utilicen como propaganda. Al resistirse a esa inmediatez de los favores políticos, sus palabras, enraizadas en la tradición, se extienden hacia el futuro. Quizás sea exagerado hablar de una eternidad para su nombre, pero sí, por lo menos, de una contribución a preservar tradiciones populares mucho más grandes que él y que nosotros.
Le puede interesar: