Downtown Extremo: la ciudad se convierte en pista de carreras

Andrés F. Rivera Motato
enero 18, 2025
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Gotas de sudor se deslizan por las pieles de poros abiertos de los 45 riders, con una inexactitud de si se debía a los nervios o la aridez del cielo completamente despejado. A pesar de las ondas de calor que rebotan contra la acera, muchos de los competidores siguen enfocados, de pie frente al punto de partida.

Cada uno de ellos esperaba su momento para analizar con su mirada aquella trayectoria que pronto los envolverá. Mentalmente, calculaban la cantidad de escalones, postes, rampas y curvas que tendrían que traspasar, pensando quizá en esquivar a uno que otro transeúnte atravesado.

Martín Jaramillo, participante del Downtown Extremo, empezó a competir hace dos años. Mientras espera sentado sobre su bicicleta a que abran la pista, cuenta «me gusta sentir la adrenalina de bajar escaleras sobre dos ruedas. Aunque le tengo mucho miedo y respeto, me gusta hacerlo». Juguetea con sus manos llenas de cicatrices, demostrando cómo el downhill no solo es un deporte al cual se le entrega el alma y la mente, si no también el cuerpo.

El anhelo de ir con rapidez sobre dos llantas no llega a ser suficiente para lograrlo. Toma mucha dedicación y valentía al siempre tener presentes los riesgos a los que se exponen día a día los ciclistas. Para Juan Esteban Ortiz, competidor hace tres años, siempre tuvo un gran interés por los deportes extremos sobre todo aquellos que tuvieran una bicicleta de por medio.

El jóven de 16 años aguarda sentado en una de las escaleras que quedan a un lado de la pista. Con voz apaciguada cuenta que sus inicios se dieron en ciclomontañismo hasta el momento en que descubrió el downhill, sintiendo hasta entonces cómo este deporte lo ha ayudado a ser mejor persona tras atravesar tantos desafíos. «El downhill me ha marcado mucho como persona, significa un tipo de movimiento y una familia», confiesa.

«Me preparo todo el año para la carrera. Entreno yendo al gym, salgo a montar bicicleta y hago bmx. Momentos antes de lanzarme, me concentro, me relajo y escucho música. Usualmente comienzo con ritmos suaves, pero cuando me estoy adentrando a la pista, pongo una más movida».

¡3, 2, 1, parte!

«¿Si hago ese salto podré ahorrar tiempo al bajar?», se preguntarían los riders antes de atravesar por fin esa pista extramural que parece imponente e intimidante desde arriba.

Una vez se intensifica el volumen de la música, más personas empiezan a llegar, buscando un puesto adecuado en el que puedan presenciar el espectáculo lleno de saltos al aire y velocidad. Cabezas curiosas se asoman por las ventanas de las casas que rodean esa pista designada una vez al año al ciclismo extremo. Todos miran expectantes y nerviosos a que el evento comience.

Adolescentes llegan corriendo, dejando sus bicicletas a un lado, para posicionarse en primera fila y ver de cerca a esos ídolos que les inspiran a tomar una vida llena de adrenalina.

La tensión se palpa en el ambiente. «¡3, 2, 1, parte!», finalmente la cuenta regresiva junto con el silbido de los silbatos retumba en los tímpanos de las personas. El primer competidor despega de la meta, sintiendo su corazón latir en armonía con el resto.

Con tan solo un minuto de diferencia, sale un corredor detrás del otro. Las llantas de las bicicletas raspan el asfalto, dejando tras de sí un olor a caucho quemado. Los asistentes gritaban, ya fuera por la emoción o la angustia de ver alguno de los riders cayéndose y raspándose contra el suelo.

Uno de los mayores retos para los ciclistas extremos era tocar la primera pared con ambas llantas. A pesar de las agallas y la ardua preparación de los deportistas, muchos no lo lograron y otros evitaban hacer el truco en el aire, pasando simplemente por un lado. Los riders resaltan la gran habilidad que hay que tener para descender por la pista en Manizales, ya que es muy técnica al tener tantos obstáculos urbanos y artificiales como las rampas.

Colombia, por sus características montañas, juega un papel fundamental en el aguante de sus deportistas, siendo también un factor diferencial del resto de países. «La topografía es un motivo, pero si hay algo en lo que nos diferenciamos, es que le metemos más pasión que todos. Aquí la gente vive la bici de otra manera, es pasión pura», expresa con emoción Rafael Gutiérrez Villegas, ex competidor y actual organizador del evento Downtown Extremo.

«El prospecto del downhill actual se ve impresionante. El relevo ya se está notando luego de que salimos Marcelo Gutiérrez y yo, que éramos los corredores fuertes de antes. Ahora los pelados vienen con una velocidad diferente como Juan Fernando Muñóz, Sebastián Holguín y Valentina Roa, son tres corredores que están en equipos profesionales y corriendo la copa en el mundo. Esto nunca había pasado», concluye.

A pocos minutos del fin de la carrera, la gente comenzó a bajar las lomas empinadas de Manizales, recorriendo los 1.200 metros que hay de distancia entre el punto inicial en el barrio Cervantes al punto final en el barrio Arrayanes.

Los nervios y la impaciencia seguían presentes. Cuando cada ciclista derrapaba por las curvas, las personas les gritaban con afán: «¡hágale que se le está acabando el tiempo!». Los familiares de los competidores aguardan ansiosos, queriendo por fin abrazarlos y felicitarlos sin importar el resultado.

Entre vitoreos de los 10.000 asistentes, abrazos, risas, voces entrecortadas, respiraciones y corazones agitados, se conocen por fin los nombres de los grandes ganadores. Uno de ellos es Sebastián Holguín quien se sube al podio por segundo año consecutivo.

Manizales no solo abrió sus puertas a oriundos del Valle del Cauca, Cundinamarca, Risaralda, Quindío y Antioquia, también recibió calurosamente a corredores que viajaron desde Chile y Ecuador para vivir en carne propia la adrenalina que se suda bajo los casco en el descenso por las largas faldas.