Texto por Andrés F. Rivera Motato
Fotos por: @manitografo y @andrescvalencia
Bajo el manto ancestral de los resguardos y la memoria de quienes han tejido su historia en máscaras y versos, el Carnaval de Riosucio 2025 despertó una vez más con el llamado de su majestad, el Diablo. Las cuadrillas, fieles guardianas de la tradición, recorrieron las calles con su canto irreverente y sus decretos festivos, anunciando que la fiesta había comenzado. Los matachines danzaron al compás de tambores y flautas, mientras el pueblo entero se adentraba en la magia de su fiesta.
El imponente Diablo, elaborado con manos pacientes y sabias, apareció como símbolo del sincretismo que define a Riosucio. Su máscara, esculpida con la esencia de antiguas leyendas y el pulso de una comunidad que vive su fiesta con devoción, se alzó sobre la plaza, testigo del júbilo colectivo. Las cuadrillas, envueltas en la euforia del momento, desplegaron versos cargados de picardía y sabiduría popular, reafirmando que en este rincón del mundo, la palabra es arte y la risa, un acto de resistencia.
Los desfiles, con sus atuendos y sus danzas, recordó a propios y extraños que el Carnaval más que una celebración: es un pacto con los ancestros, un tributo a quienes hicieron de esta tierra un territorio de encuentro y mestizaje. Entre el humo de colores y la algarabía de los asistentes, el 2025 dejó su huella en la memoria colectiva, uniendo generaciones en torno a la tradición que nunca muere.

El Diablo de 2025: un mensajero de alegría y paz
El escultor nariñense José Solarte, designado por la Corporación Carnaval de Riosucio para dar forma al Diablo de esta edición, concibió a su creación no como un ser maligno, sino como el abanderado de la alegría y la paz: «Por eso es un diablo bonachón, alegre y sobre todo solidario, y eso quise reflejar en la escultura. Su rostro no es el de un ser que espanta o que da miedo, como el diablo cristiano castigador. Es un diablo festivo, un mensajero de la esperanza, que viene trayendo un mensaje de alegría, paz y solidaridad».
Sin embargo, el trayecto desde Aguadas hasta Riosucio no estuvo exento de dificultades. «Hubo muchos inconvenientes con los motores robotizados, algunos se fundieron en el camino, y no pudimos desplegar todo lo planeado. Pero la gente ha sido muy amable conmigo y ha aceptado el trabajo con cariño. Eso es lo más importante», dijo Solarte.
El Carnaval de Riosucio 2025 trajo consigo una experiencia renovada, pero fiel a sus raíces. Para Eliana Medina, coordinadora del Comité de Matachines, esta edición significó vivir la fiesta desde una perspectiva distinta, asumiendo la responsabilidad de mantener viva la tradición matachinesca. «Me pareció un carnaval que volvió a la recuperación de la literatura matachinesca», resalta, destacando la riqueza de los escritos que en esta ocasión trascendieron la rima octosilábica para recuperar la prosa como herramienta de expresión. La inclusión de más voces dentro de los actos consolidó un mensaje claro: el carnaval es de todos, sin importar diferencias ni distancias previas.
Más allá de la organización, Medina resalta que este fue un carnaval cercano, sentido, donde el protagonismo lo tuvo la comunidad. «Fue un carnaval para nosotros», afirma, enfatizando la conexión que se sintió entre los riosuceños, quienes compartieron la fiesta con familiares y amigos, más allá del impacto del turismo. En este marco, la participación de las cuadrillas infantiles se convirtió en un elemento clave, pues evidenció la continuidad de la tradición en las nuevas generaciones y la fortaleza de una identidad transmitida de generación en generación.
El Carnaval de Riosucio sigue siendo un espejo de la identidad del pueblo, una válvula de escape que históricamente ha mediado entre las tensiones sociales. Desde sus orígenes, representa la lucha por mantener vivas las tradiciones en medio de un entorno cambiante. «Ser más fuertes que la orquesta, más fuertes que todo eso comercial que trae el carnaval», enfatiza Eliana, dejando claro que el desafío es resistir para que la esencia matachinesca perdure. Porque, en el fondo, el carnaval no es solo una celebración, sino una reafirmación de lo que significa ser riosuceño.
La Diabla y las cuadrillas femeninas: símbolos de resistencia y transformación
La participación de las mujeres en el Carnaval de Riosucio ha cambiado con el tiempo. En sus inicios, ellas no eran admitidas en las cuadrillas y su rol se limitaba a acompañar como damas. No podían formar parte de los actos matachinescos ni participar activamente en las representaciones festivas. Se cuenta que, antiguamente, los hombres bailaban entre ellos, sin la presencia de mujeres en estos espacios de expresión cultural.
Este panorama comenzó a transformarse con la aparición de mujeres que desafiaron las normas establecidas. En un principio, algunas ingresaron a las cuadrillas disfrazadas de hombres para poder participar. Sin embargo, el punto de quiebre se dio con la conformación de la cuadrilla «Las Hijas de la Diabla», un grupo de mujeres que irrumpió en la tradición vistiendo atuendos propios y reclamando su lugar en la festividad, señala Eliana, destacando el impacto que tuvo esta cuadrilla en la historia del evento.
A pesar de estos avances, la participación masculina sigue siendo predominante en el carnaval. La mayoría de los matachines y cuadrilleros son hombres. Sin embargo, hoy en día existen cuadrillas formadas exclusivamente por mujeres, que abordan temas alegóricos relacionados con su identidad y su papel en la sociedad. La figura de la Diabla también ha cobrado relevancia en este contexto, convirtiéndose en un símbolo de las mujeres dentro del ámbito festivo.
Además, en los últimos años, las mujeres han ocupado roles de liderazgo dentro de la estructura organizativa del carnaval. Han surgido cordones femeninos y varias han sido bautizadas como riosuseñas adoptivas, además de asumir el rol de capitanas de cuadrillas. «Yo creo que eso ha sido un gran avance», afirma Medina, resaltando la consolidación de la presencia femenina en uno de los carnavales más emblemáticos del país.
Así como el carnaval despertó con el llamado del Diablo, su eco resonará en la memoria de quienes lo vivieron. Las máscaras guardarán los versos que recorrieron las calles, y las cuadrillas, con su canto irreverente, seguirán escribiendo la historia de Riosucio. En cada generación que se une a la fiesta, en cada mujer que reclama su lugar y en cada diablo que renace con la chispa del nuevo ciclo, el carnaval reafirma su pacto con la tradición y el cambio. Y así, hasta que en dos años, al son de tambores y flautas, vuelva a despertar.

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