raggael en el kumnay - la pata records y sativa reggae 3

Chipre sintió el calor de Jamaica en el Kumanday

Texto por Andrés Felipe Rivera Motato

Fotos por Andrés C. Valencia 

Era sábado por la noche, la zona de Chipre en Manizales cambió su habitual neblina por vapor de humanidad. El frío, que normalmente corta la cara, se rindió ante una fuerza cálida: la del reggae hecho en las montañas. Lo que se vivió en la fiesta “Jamaica en el Kumanday”, fue un acto de comunión, de resistencia y de fiesta local.

En Fusion Drinks & Cocktails el sonido estuvo nitido para quienes hicieron parte de este evento. Dos bandas con ADN cafetero convirtieron el corazón del barrio más alto de la ciudad en un templo sonoro. Desde la entrada se sintió la energía. La música se encargaba de guiar a quienes sabían que esa noche habría una hoguera en medio del frío.

La Pata Records: reggae de raíz y montaña

Los encargados de prender la mecha fueron La Pata Records, una banda que no solo carga con más de una década de trayectoria, sino que su sonido huele a páramo, a madera mojada, a parche largo. Su reggae no es de postal caribeña: tiene la aspereza de la montaña, el ritmo del surco y el pulso de la calle.

Abrieron con una selección de clásicos y un tributo al ska y reggae, una declaración de principios. Aquí se mezcló lo que se escucha en las calles: el dub con la tradición, el reggae con lo andino, lo político con lo festivo. La banda tiene una sinergia aguda, el bajo manda, la batería pulsa, la voz narra. Y cuando suena Shitstem, la rabia se vuelve canto colectivo. “¡Este sistema no nos representa!”, gritan, y la gente, sin importar la edad ni el corte de pelo, responde.

La energía de La Pata no es agresiva, es envolvente. Su groove es una cuerda que jala con firmeza, pero sin violencia. Lo mete a uno en la vuelta sin permiso.

Sativa Reggae: el regreso del fuego desde Pereira

Cuando Sativa Reggae tomó el escenario hubo un cambio en la atmósfera, un silencio distinto, cargado de expectativa. En la escena los de Pereira no son visitantes, son hermanos; su presencia siempre marca diferencia. Tienen la mística de quienes dejan huella cada vez que tocan porque no lo hacen todos los fines de semana.

Cuando tocaron Estado Independiente; el teclado sonó suave, los arreglos precisos y la voz no buscó brillar, sino decir. Con Sinsemilla la casa estalló: no por el volumen, sino por la conexión. Un canto a la libertad, a la tierra, al derecho de existir sin pedir permiso.

Cierre en comunión

Pasada la medianoche, la gente bailaba como si el mundo aún tuviera esperanza. Como si aún fuera posible detener el tiempo con una línea de bajo. Al salir, la brisa volvió. Pero algo había cambiado. El frío ya no era el mismo. Había sudor en las frentes, humo en el aire, y una certeza que no se dice pero se siente: en el Eje Cafetero, el reggae no es pose. Es pulsación. Es montaña. Es fuego para el Kumanday.

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