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Donde se descomponen las colas de los burros: el lugar que mandó el patrón

Texto por: Antonia Montoya Castaño

Fotografías por Andrés C. Valencia

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El que no debe nombrarse aparece de nuevo. Ya entenderá el lector que contó con la oportunidad de ver Labio de Liebre, la brillante obra inaugural del director Fabio Rubiano,  que la evocación de su presencia es un hecho en los escenarios del Festival Internacional de Teatro. Ahora todos sabemos de quien se está hablando, hay un guiño común donde los espectadores sonreímos con la mano abierta sobre la boca, evitando exponer la certeza de saber de quién se trata.

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‘Bacaneado’, con sombrero de palma y guayabera, delgado y con el porte respetable del ganadero platudo y con voz de mando, don Casto da la orden al alcalde del pueblo; se monta el toque de queda, y con él inician las repentinas desapariciones.

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Falsos Positivos; un niño que iba por leña termina con un fusil, vestido con ropas ajenas, apuñalado y tirado junto a los escombros de un indio asesinado por españoles, los huesos de un pequeño que sirvieron como ofrenda a la naturaleza cientos de años atrás, y las colas de unos burros. Pasado el tiempo, es presentado públicamente como un delincuente, un hombre que “murió en combate”. Lo particular no es que la maldad sea inmanente al hombre,  que atraviese fronteras y culturas, lo particular es que existan lugares donde aparentemente la indignación y el repudio popular se acentúen más, que existan actos criminales tan atroces que parezcan increíbles, tanto, que sirvan como sugerencia para crear historias ficticias.

Es claro que en nuestro país se ha neutralizado el terror a través de su constante presencia. Que se ha adaptado a lo insólito de la guerra, y que cada vez nos resulta menos alarmante la situación, almorzamos tranquilos mientras vemos noticias, y solo un suspiro de compasión nos arrebata la narración de la violencia.  Pero que no cunda el pánico, en Colombia también existe el arte para recordarnos, a través de su gracia, de quién ha sido la culpa, para recordarnos que también ha sido nuestra culpa.  Ahora pregúntese usted si por temor o indiferencia, pero no olvide preguntarse también, si uno justifica la existencia del otro.

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Aves carroñeras, escorias disfrazadas de hombres asedian el lugar, olfatean a distancia su próxima presa, su próxima victima. La imagen de don Casto contiene el terror de sus designios, el ala de su autoridad protege el desastroso vuelo de sus polluelos, y su boca está siempre abierta para gritar una orden más, y regurgitar desde sus entrañas otra lombriz para satisfacer el hambre de sus pájaros.

La madre no puede dormir, el padre solo quiere solventar la tragedia, no por indolente sino más bien por padre.  Los sueños acercan los espíritus, la promesa del encuentro es el nuevo horizonte de la existencia.  La locura encuentra nicho, la desesperación de no poder llorar su propio muerto erige la tozudez que solo el amor de una madre motiva ¿Dónde está el cuerpo de Salvador? ¿En qué sitio putrefacto e indigno se encuentra su joven cadáver?

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El agua que corre se asocia con limpieza, purificación y renovación. El cuerpo aparece, luego de la desgastante aspiración de encontrar un lugar honroso para darle santa sepultura, de  salir de su casa y caminar con el  pesado cajón de su hijo al hombro, el padre sugiere abrir un hueco en la tierra y dejarlo allí.

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La oposición de la mujer no dura mucho, su resistencia se distiende y cede ante el cansancio y la resignación. Entrada en los ardores del rencor, erige el estandarte de la venganza, asegura volver a su tierra a encontrarse con la muerte, pero eso si, no sin antes estar segura de llevarse unos cuantos culpables con ella.

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Salvador no es enterrado, es entregado por su madre a las aguas del río. Desde allí ha de contar su historia, por el tiempo que su creadora así lo disponga.

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Umbral Teatro

Entrevista por: Juan Pardo

Umbral Teatro es un grupo que nació en Bogotá hace 24 años, que aparte de la creación de obras de teatro, ha venido haciendo un trabajo con toda la comunidad, en especial en zonas de conflicto, como Caquetá, Cauca, Montes de María, entre otros.  En palabras de Ignacio Rodríguez, su director, este trabajo social  ha sido fundamental para el grupo de teatro porque es allí donde han encontrado el material y la sustancia para sus obras, y además les ha enseñado cada vez más sobre nuestro país.

Hablamos con Carolina Vivas, co-directora del teatro, y en esta ocasión la dramaturga de la obra sobre la naturaleza de esta.

Revista Alternativa: ¿Cómo llega la historia de los falsos positivos a la obra Donde se descomponen la colas de los burros?

Carolina Vivas: Bueno, en primer lugar tengo que decir que yo no escribí una obra sobre los falsos positivos, es decir, en el momento en el que yo pongo fin al texto, en principios del 2008, no había estallado en la prensa el escándalo de los falsos positivos. Hemos trabajado en Sucre, Bolívar, Cauca, San Vicente del Caguán, Carmen de Bolívar, infinidad de lugares, donde estas historias son tristemente pan de cada día y digamos la desaparición forzada, los crímenes de Estado no son casos aislados. Digamos que todo eso me tenía muy inquieta, me pongo a escribir este texto y al muy poco tiempo de haberlo terminado, estalla el escándalo en la prensa, por eso siempre digo que no es la historia de los falsos positivos.

R.A: ¿Los personajes de la obra son inspirados en alguna persona en especial? ¿Hay en ellos nombres y experiencias reales?

C.V: Fueron muchísimos, hay en particular un testimonio de una mujer de los Montes de María, el primero que oí, fue el que la madre aquí repite al final, “me pierdo en la oquedad de este dolor, tengo frío, tengo muerte”, fue el primer texto que oí después de la entrevista con esta señora, en particular, Doña Marina González. Entonces claro, toda obra empieza siempre sobre algo. Yo oí este testimonio, muy bello, muy conmovedor, donde dice: “Después que los tenientes me entregaron a mi hijo así como si fuera cualquier cosa, la gente no quería hablarme, la gente tenía miedo”. No fue solo ese caso, pero lo recuerdo muy bien, porque la noche que lo oí yo estaba muy conmovida.

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