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Bondage Picnic: un viaje al corazón del erotismo alternativo

Texto y fotos por: Valeria Cipriano

Entre la neblina, emerge una voz disidente, un explorador de las fronteras del deseo que se atreve a desafiar las convenciones. En medio de un domingo de Ramos, símbolo de recogimiento para muchos, nos adentramos en el universo de Kairós*, un pionero que busca desatar los nudos de la represión sexual en una ciudad que, a primera vista, parece reacia a explorar más allá de los límites impuestos.

Su motivación nace de una doble realidad: la existencia latente de personas con intereses alternativos en la sexualidad, la ausencia de espacios seguros y comunidades donde puedan explorar sus deseos sin tabúes ni riesgos. «Manizales es muy goda», expresa Kairós, como si esa etiqueta se tratase de un velo enceguecedor por los prejuicios. 

Su propia búsqueda fue un viaje solitario, un preguntar en voz baja sobre las cuerdas y el mundo del BDSM que solo arrojó ecos de individualidades dispersas, sin un punto de encuentro, sin la calidez de una comunidad que ofrezca aprendizaje y seguridad. 

Durante su descubrimiento, se enfrentó a sus propias perspectivas erróneas respecto a estas prácticas eróticas, que más allá de ser una simple inmovilización de ciertas zonas, se trata también de un arte que roza un delicado equilibrio entre la restricción y respeto por el cuerpo. “Uno no cree que inclusive para dar una cachetada o una nalgada, hay que hacerlo bien para evitar daños físicos serios”, explica.

Su propio despertar al mundo del bondage fue fortuito, ya que una serie de unas fotografías despertaron en él una mezcla de fascinación y contradicción. Fue entonces cuando empezó a sentir una necesidad de experimentar la sensación de ser atado. Aquello lo llevó a sus primeras exploraciones consigo mismo, torpes pero reveladoras. 

Un taller en Bogotá fue el punto de inflexión, el inicio de un camino de aprendizaje y práctica que hoy lo impulsa a compartir su conocimiento y a construir una comunidad en una Manizales que sigue enceguecida por los prejuicios sociales. La frustración de intentos fallidos por construir algo más sólido no lo detiene; la convicción de que la sexualidad es un derecho que merece ser explorado en todas sus dimensiones sigue siendo su motor.

Así nace la inquietud de llevar estas conversaciones y prácticas a la luz pública. No se trata de una cruzada evangelizadora, sino de un acto de visibilización, de plantar una semilla en un terreno que quizás no esté del todo preparado, pero donde la curiosidad y el deseo existen. 

«Independientemente la mentalidad que hay en Manizales, es un derecho la sexualidad. Explorar la sexualidad inclusive por fuera de la genitalidad», afirma con convicción. Víctor busca construir escenarios de construcción y espacios seguros donde la práctica se acompañe de aprendizaje y guía.

Los Bondage Picnic que organiza son una muestra de esta visión. No son talleres formales, sino encuentros informales donde cada quien lleva sus herramientas y comparte desde su experiencia. Para él, que lleva casi dos años explorando el bondage con cuerdas, principalmente el shibari japonés, es una oportunidad de transmitir algo de lo aprendido, de tender puentes hacia un conocimiento seguro.

La diferencia con el bondage occidental radica en su historia al shibari japonés, su conexión con la cultura japonesa y su énfasis en la comunicación no verbal y la búsqueda estética, más allá de la simple restricción. 

«El bondage busca restringir el cuerpo. No importa con qué, se pueden usar corbatas, cordones, medias, cuerdas naturales o sintéticas y tiene un carácter mucho más sexual, cercano a la genitalidad», explica. Mientras que el shibari, con sus fibras naturales y patrones específicos, se acerca a una forma de diálogo sin palabras, incluso en una dimensión espiritual.

La negociación, el consentimiento explícito y la comunicación constante emergen como pilares fundamentales de estas prácticas. “Esto implica conversar mucho, saber qué se quiere hacer y cuál es el objetivo de la sesión. Para eso hay varios modelos de negociación y saber qué está prohibido o permitido”. 

El Bondage Picnic hasta ahora ha transcurrido sin incidentes, con la curiosidad de los transeúntes como principal reacción. Sin embargo, anécdotas como la del niño que preguntó por qué estaban amarrando a alguien y, la respuesta improvisada del padre, reveló la falta de educación sexual y la necesidad de abrir conversaciones honestas.

“La educación sexual es algo que crítico mucho y precisamente uno de los motivantes para estar pensando en muchos proyectos alrededor de esas sexualidades y formas de erotismo. La educación sexual se redujo a un tema reproductivo y de debitar transmisiones e infecciones”. 

Justamente, estos encuentros a través de talleres en espacios abiertos, ha permitido cambiar los prejuicios y las visiones respecto a cómo se debería explorar la sexualidad más allá de lo genital. Se trata de aprender las tecnicidades requeridas para hacer una buena práctica sin lastimar algún nervio o articulación. Cada práctica varía según el tipo de cuerpo, como también técnicas especialmente dirigidas a las disidencias sexuales, también enfocados en cuerpos no normativos. 

Buscar información de calidad, ser conscientes de lo que se hace, explorar despacio y, fundamentalmente, buscar aprender de quienes tienen experiencia, idealmente en talleres presenciales. La seguridad y el cuidado mutuo son la brújula en este viaje de autodescubrimiento y exploración compartida.

“Hay algo súper importante, indispensable, para hacer shibari o bondage de manera responsable: tener a mano tijeras de seguridad o corta todo, que son las que utilizan rescatistas, paramédicos, etc. Tienen punta redondeada para evitar lesiones punzantes en caso de emergencia”, complementa.

Para realizar buenas prácticas, no sólo se debe tener una relación de confianza y de buena comunicación con la pareja, también debe existir una red de apoyo externa a la cual recurrir cuando ocurra un drop emocional. “Hay un tema del que poco se habla y, es muy importante, después de una sesión muy intensa, va a haber algo que se llama un drop o bajón”. 

Más allá de los estigmas y prejuicios que se tienen frente a estas prácticas, por ejemplo que para un ojo público pueden ser consideradas violentas, se tratan de prácticas que buscan acuerdos justos para ambas partes, es entender el funcionamiento del cuerpo y entender cuáles son los límites de cada persona. 

*A petición del entrevistado, nos referimos a él únicamente con su nombre artístico.

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