El auditorio Confa fue el epicentro de un verdadero acto de valentía y perdón, donde se reunieron víctimas del grupo terrorista ETA y miembros disidentes de la organización criminal que estaban cumpliendo sus penas en ese centro penitenciario en la cárcel de Nanclares de la Oca (País Vasco, España). El responsable de varios crímenes, dos mesas y una mujer con el dolor incrustado de un asesinato. 14 años de duelo queriendo escuchar la sonrisa de su padre y tratando de evadir el dolor para seguir con su vida.
Texto por: Stephanie Álvarez
Fotos por: Luis Suarez
Por otro lado, un hombre lleno de vacíos, con ganas de recordar los colores que ahora sólo son grises de cuatro paredes, pensando en los muchos de sus crímenes y tratando de reconciliarse con él, con el mundo y con las víctimas lograr evadir esos pensamientos que se sentían reprimidos, donde solo repasaban en matar, para seguir matando y no pensar, no sentir dudas y no permitirse hablar.
El gran encuentro estaba por venir, todos en el auditorio teníamos la cabeza entre las piernas, invadidos de curiosidad por saber qué ocurriría. Ella recordando las sabias palabras de su padre: “Todo se arregla hablando y los problemas del mundo se arreglaran hablando”. 30 segundos de silencio, los mismos segundos en los que una bala traspasaba el cuerpo de un hombre, ahora son palabras, son la víctima y el victimario apuntándose con palabras, ella recordando las 5.000 noches y 5.000 pastillas que utilizó para evadir el dolor, él asumiendo que todo estaba en un papel, que sólo eran órdenes.
La gran tensión se podía percibir en cada rincón de la sala, debía haber una despedida. Aitor con una lágrima en su ojo y un gran nudo en la garganta, dijo: “Lo siento mucho, quiero pedirte perdón a ti y a todas las personas de tu familia, ¡Perdón! por haber sido el causante de todo tu dolor, por convertir una tragedia la historia de tu vida, necesito que sepas que si la persona que soy ahora consiguiera volver en el tiempo jamás haría lo que hizo”, todos entendimos que perdón solo era una palabra, que la fuerza para tener la valentía de sentarse frente a la persona causante de tu gran dolor es más que una reparación y la mejor arma es la palabra.
Terminaron contando que entablaron una relación, todo lo que cambió su vida para ambos. Aitor quiso estar en la conmemoración que le celebraban a su padre, donde estaba toda la familia. En su mano traía un ramo de claveles, 14 claveles rojos representado todos los años que había faltado y uno blanco que significaba que a partir de ese año era una persona diferente. Todos entendimos que el dolor forma parte de la vida, es mejor perdonar y armarse de coraje para desintoxicarse de ese gran sufrimiento que nos consume. La sala se invadió de fuertes aplausos y todos con una gran lección, entendiendo que es mejor propagar una voz de esperanza y eximir ese gran rencor para conformar y construir una sociedad mejor.