El escenario está dispuesto en el centro de los asistentes a modo de cuadrilátero. Cada esquina está ocupada por personajes que constantemente interactúan con los espectadores. La bruja, a quien nadie besó con entusiasmo y puede pasar entre los vivos y los muertos es quien da apertura acompañada por Canosa, una gallina instruida en teatro. Mendoza es una producción dramatúrgica de alto nivel que esta vez fue recibida por el Festival Internacional de Teatro de Manizales, presentada en teatro El Galpón, de la Universidad de Caldas. Nueve personajes reúnen la historia de las revueltas mexicanas en época de revolución, ejercicio que pretende rememorar las peripecias de los héroes y el dolor que han causado las masacres y el conflicto.
Texto por: Santiago Quintero
Fotos por: Lania Lex
Para el montaje de esta obra, Los colochos, agrupación mexicana bajo la dirección del licenciado Juan Carrillo, actor y director quien se ha destacado en su país por propuestas teatrales y artísticas de alta calidad y sentido nacionalista, a través de la puesta en escena busca reivindicar acontecimientos de la historia fundacional de México, y al mismo tiempo repensar episodios donde lo humano se ve afectado por el enfrentamiento ideológico. El uso de un lenguaje literario les permite afianzar los lazos latinoamericanos. Por medio de la muestra teatral consiguen revivir la historia olvidada para muchos y al tiempo difundir las victorias de los pueblos mexicanos.
Seguido de las profecías de una bruja del escenario salta un show musical en vivo, donde las sillas son tambores y el rumor de una trompeta augura la guerra, si bien no hay con qué luchar, el corazón nacionalista de las tropas permite crear un ídolo que piensa mucho y se lanza con valentía a recibir lo que sea, encarnado por el ingenio y hombría de un hombre que da la vida por la revolución, José Mendoza, quien se convierte en general por vaticinio profano tras la traición del General Eugenio Cabral.
Siempre en la antesala de la revolución la historia tendrá cara de mujer y detrás de todo buen guerrero hay una historia de amor que marca su camino. Si bien Mendoza es la representación de la pugna revolucionaria, es gracias a Rosario, su amada que le presta sus ojos para ver con claridad, que este hombre logra organizar un pelotón de guerreros por la patria y el honor.
Los actos están organizados de tal modo que el espectador pueda participar bajo el constante ataque de la mirada o bajo el efecto de la cerveza como cortesía de la obra. Los conflictos se desarrollan en cuatro escenarios: una cantina, el cuartel de operación que es una casa, el campamento de las tropas y el campo de batalla. Se vale de un lenguaje muy coloquial pero riquísimo en metáforas y una carga simbólica de la literatura latinoamericana.
“La sangre de un líder alcanza para sembrar arroz”, menciona Trinidad, si bien los ideales de libertad libraban la batalla, las miradas de puñales acompañaban el gendarme. En diferentes momentos se encuadra el temor de caras falsas que guardan lo que guarda un corazón traicionero.
La música chacarera y corridos crearon una atmosfera popular, con la que se rellenaron los silencios del público y los deseos de sollozar. La mirada de la guerra si bien es indirecta hace mención a una justicia poética y de reparación de acontecimientos como el asesinato de los 43 estudiantes, pues la aproximación con la sangre permite sentir en carne propia el dolor de la guerra.
Mendoza es una narrativa teatral que induce a la época de la Revolución Mexicana, el dominio del poder y la ambición por parte de los ciudadanos de alto rango hace que se entre en emergencia nacional. Todo el territorio está cubierto por un manto de silencio y miedo. A partir de ahí el general Mendoza empieza a padecer las terribles consecuencias de sus decisiones pero esta vez el destino lo acompañará durante muchas generaciones.