Texto por: Rafael Santander Arias
Fotos por: Juan José Peñaranda
Hace parte de las normas implícitas del código vial de las veredas que siempre se le cede vía a la Chiva, no solo por su imponente tamaño y vibrante colorido que le hace juego, sino también por todo lo que representa. Como principal medio de transporte interveredal en algunas zonas del país, facilitadora de la conexión entre pueblos y viviendas de la población campesina, la Chiva está cargada de significado, vinculada con la historia personal de los habitantes de cada territorio. Estas historias de viajes familiares, de gente que parte en busca del sustento del hogar o del anhelado regreso de un ser querido, tiñen de alegría este vehículo en la memoria. La emoción que proyecta esa pintura tan especial que recubre a las reinas del camino es una expresión pura del interior.
A fuerza de exposiciones repetidas y constantes fuera de contexto, a los citadinos la Chiva nos parece un lujo, un medio de transporte de placer que se ha asociado más con la alegría de la música festiva que tiene dentro que con su significado cultural, así entonces las industrias turísticas y del entretenimiento se han encargado de esta resignificación. Curiosa ironía, pues de este modo permiten la conservación del oficio centenario de pintar chivas.
Acá entra la exposición fotográfica Chivas de Carlos Pineda, cuyo carácter urgente y necesario se manifiesta al contextualizar para nosotros los citadinos el vehículo. Nos lo devuelve a la montaña, a la trocha, cargado de mercancía y pasajeros; nos transmite el brillo y la alegría de sus colores, sí, pero también el brillo y la alegría de la algarabía, del amor familiar y del olor a plátano verde, bultos de café y jaulas con gallinas.
Exposición: Chivas, arcoíris del camino – Autor: Carlos Pineda
Chivas fue una pequeña muestra de la exposición realizada en el Centro Cultural Rogelio Salmona En chiva por las montañas de Caldas, que incluyó también pequeñas muestras de vestuario del Carnaval de Riosucio, el Museo del sombrero de Aguadas y la serie de pinturas Coberturas nobles de Juan David Alzate. La exposición se inauguró el miércoles 8 de enero con la exhibición del pintor Huber Martínez — conocido en el gremio como Pingüino—, quien utilizando las técnicas y materiales de su oficio pintó una placa para la muestra.
«En este trabajo nos reconocen por la chapa, por el nombre de pila ya ni en la casa», dice Pingüino, mientras pinta sin perder la concentración. Su nombre lo recibió de Tarzán —a quien antes le decían Cacerolo—, el primo que lo introdujo al oficio hace 40 años. «No creo que seamos más de 10 en toda Colombia», compartió también. El gremio es pequeño porque las chivas del país son contadas.
Esto se debe a que no es posible tramitar permisos nuevos para la circulación de chivas, deben conseguirse licencias ya existentes para hacerlo. Para agravar la situación, solamente en Andes, Antioquia, se considera este vehículo como Patrimonio Cultural. «Antes las quieren acabar», declaró Carlos Pineda durante la inauguración, «como no tienen asientos sino bancas, no tienen cinturones de seguridad, no tienen puertas y la gente puede irse en la parte de arriba, las autoridades no les dan apoyo».
Pese a esto, Pingüino no se queja de falta de trabajo, antes da a entender que debe programar con mucha anterioridad su cronograma y que viaja pintando chivas por todo el país. Como parece norma entre maestros artesanos, con toda la buena voluntad comparte su conocimiento y expresa su deseo por hacerlo, pues siente que ya es momento de un relevo generacional.
Rejillas, regla y compás: el proceso de pintura
Como no es posible “hacer” una chiva nueva, lo habitual es pintarlas después de que salen del taller, normalmente por la reparación de la carrocería. El cliente elige el color y el dibujo de la parte trasera de la chiva, en lo demás el pintor tiene libre albedrío. El proceso dura ocho semanas, dos trabaja el brochero dando la primera capa de color y durante otras seis, el maestro pintor dibuja los patrones de líneas, color y forma a lo largo de todas las bancas. Una jornada de pintura, según Pingüino, es de entre 10 y 12 horas, siempre de pie, aunque con descansos cada hora para tomarse un tinto.
Lo primero que hace Pingüino es trazar una rejilla con lapicero y regla por toda la chiva. Esta rejilla es siempre la misma para todos los proyectos y le da claridad sobre los márgenes y el centro de la banca —es con bancas que se mide el trabajo, incluso se cobra según su cantidad.
Una vez trazada la rejilla, se toma un color, normalmente blanco, y se dibujan todas las líneas y formas de la banca con ese color. La rejilla también sirve para ayudarse a reproducir de forma exacta el patrón por toda la chiva. Una vez se agota un color se pasa a otro y así, color tras color, las líneas y figuras van cobrando la forma que reconocemos.
La creación de los patrones no responde a ninguna ciencia, sino más bien a una mística. Todo empieza con un trazo de color sobre la banca que puede ser una recta, un fragmento de círculo o un círculo y luego «uno va mirando los trazos y pensando qué quiere hacer y así como uno piensa qué quiere hacer, eso sale». Con esta sencillez Pingüino sigue explicando su proceso: «a medida que voy pintando, voy mirando y voy pensando qué color tengo que poner después».
Lo fascinante de este proceso es que no parte de ninguna planeación ni idea preconcebida, apenas dos principios: innovación constante y equilibrio. Según palabras del pintor todo sale de su cabeza, no revisa referentes, no se inspira pensando en nada diferente a superar su obra anterior. El equilibrio también es intuido, «necesito ahora amarillo para darle más luz», decía Pingüino mientras pintaba el aviso, mostrando que pinta desde la pura sensibilidad estética.
Exposición: Chivas, arcoíris del camino – Autor: Carlos Pineda
Toda la creación es un estar presente, un reaccionar a lo que aparece, un dejarse llevar con intención. A medida que aparecen trazos y colores se arma en su cabeza la imagen terminada, predestinada a estar ahí desde el principio, latente en su corazón conectado a esas memorias y a ese sentir colectivo vinculado emocionalmente con las chivas.
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