Un rockero de verdad, no es cobarde Narcocracia y el precio de un performance incómodo (3)

Un rockero de verdad, no es cobarde : Narcocracia y el precio de un performance incómodo

*Este es un espacio de expresión libre e independiente que refleja exclusivamente los puntos de vista de los autores y no compromete el pensamiento ni la opinión de La Revista AlterNativa.

Texto por: Joel Cruz

Desde el mes pasado, las noticias en relación al rock hecho en Colombia no son las más alentadoras. Una de ellas relaciona a la agrupación bogotana Narcocracia y los hechos lamentables que sucedieron durante su presentación en el bar Plug & Play de Manizales. A días de la agresión hecha a dos de sus integrantes durante el acto musical, los comentarios en las redes sociales han generado todo tipo de reacciones encontradas: mientras algunas rechazan de entrada lo sucedido, varias de ellas salidas de la realidad y tristemente admitirlo, cargadas de odio hacia una situación de la cuál se desconocen detalles determinantes para emitir al menos, un juicio irreflexivo.

En el escenario más negativo y a pesar de que el show del grupo liderado en la voz por Leandro Martínez no estaba en un evento inclinado en exclusiva a una corriente extrema en concreto, si estaba acompañando a la banda de black metal chilena Dies Irae, cuya carrera de 25 años y su producción discográfica le han representado una sólida imagen entre los fans de Sudamérica.

Video tomado de la pagina de facebook de Narcocracia

El agresor, identificado según los miembros de Narcocracia, demostró su indignación por la estética visual y sonora del grupo (que toca fibras sensibles en torno a los prejuicios, la inconformidad de algunos sectores políticos y las posturas ridículas en el razonar de la sociedad local) optó en un acto cobarde, por atacar a los músicos con una botella rota mientras no podían defenderse, para inmediatamente después retirarse del lugar sin asumir ningún tipo de consecuencia por los hechos, pese a que el grupo ha confirmado recientes acciones legales en contra del sujeto y con el soporte de la Fiscalía General de la Nación.

Aunque toda propuesta artística debe o debería ser responsable del impacto que genera hacia su receptor, este índice de intolerancia pone en la palestra pública la pobreza cultural que afecta al colombiano promedio. La idiosincrasia del nacido en nuestro país es un comportamiento aprendido que trasciende avances tecnológicos y posibilidades de conocimiento global. Un patrón nefasto que hemos repetido por décadas y malinterpreta el derecho a cuestionar la opinión ajena a través del acto violento sin justificación. Cuando el arte es sinónimo de incomodidad, la crítica razonable o el ningunear su presencia podrían representar una oposición que incluso, puede contener un mensaje mejor argumentado que la postura del creador original.

Fotos tomadas de la pagina de facebook de Narcocracia

Por otra parte, el episodio reconsidera los compromisos tanto de organizadores de eventos como de administradores de lugares para conciertos o venues, encargados de velar por las condiciones de seguridad del artista y prever variables de conductas que intenten alterar la calidad de sus espectáculos.

Sin duda, el calor de los ambientes virtuales ha puesto en evidencia el desatino de ciertas menciones respecto al tema. El agresor no simboliza el modo de proceder de todos los seguidores más dedicados al black metal, como un estilo inherente en la vida de muchos colombianos. El siniestro tampoco define al circuito rockero de Manizales, ciudad del Eje Cafetero que ha generado además, bastantes motivos de orgullo patrio, como el Grita Fest y el Festival Internacional de Teatro. Estas simplificaciones, igualmente, contienen un señalamiento injusto al habitante común de la población, caracterizado usualmente por sus buenas maneras y una actitud civilizada hacia el desacuerdo, según mis vivencias personales. En definitiva, no comulgan con la indiferencia y pasividad que la mayoría de asistentes al Plug & Play bar demostraron en el show de Narcocracia. Con las limitantes que la libertad de expresión acarrea (existen, no lo olviden), las manifestaciones de arte y distracción son herramientas que promueven la asociación de ideas, junto a la individualidad del pensamiento y sin que estas necesariamente obliguen a una comunión forzada con el detractor. Entendiendo las reglas del juego y claro está, llevándolas a la práctica, la música como bálsamo ante una realidad tan cruda como la que nos compete, cumple su función de fortalecimiento.

Foto por Natalia Hook tomadas de la pagina de facebook de Narcocracia

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