Texto por: Andrés F. Rivera Motato
Fotos por: Dies Irae
Dies Irae. Un eco ancestral que resuena en la piedra y en el viento, en los oscuros pasillos de catedrales góticas, donde el juicio final se anuncia con coros y truenos. «Día de la Ira» en latín, fragmento solemne de antiguas misas, invocación del Apocalipsis. En Manizales, bajo la sombra imponente de su catedral neogótica, ese nombre se convirtió en estandarte de un proyecto musical que comenzó a latir hace cinco años.
Un proyecto forjado en la nostalgia de los clásicos, en la necesidad de dar forma a una sinfonía de luz y tinieblas. Dies Irae es una fusión de metal y orquestas secuenciadas, donde cada nota es un vestigio de la tradición y un grito hacia el porvenir. La banda ha cambiado de voces y de rostros desde hace 5 años, pero en su esencia permanece la búsqueda de lo sublime y lo sombrío, el deseo de ser una familia sonora que atraviese el tiempo.

Actualmente, la banda está conformada por seis integrantes. Jaime Giraldo y Eduardo Usunga en las guitarras, Julián Largo en el bajo y Milton García en la batería construyen la base instrumental que define su sonido. En la parte vocal, Karen Castillo aporta su registro lírico, mientras que Edson David Cifuentes introduce la potencia de los guturales, creando un contraste entre la melodía y la agresividad. Además, Dies Irae cuenta con la participación de un coro rotativo dirigido por Paula Flórez, quien también es vocalista de Khimera, otra banda de metal sinfónico en la ciudad. Juntos, hace de la música un rito, donde lo clásico y lo moderno conviven en un mismo canto.
A lo largo de cinco años, Dies Irae ha llevado su música más allá de Manizales, encontrándose con nuevos públicos en escenarios de Bogotá y Cali. «La experiencia es espectacular, qué público tan increíble», cuenta Karen Castillo. «Uno se acostumbra aquí como a ver las mismas personas, entonces cuando llegamos a Bogotá, no conocíamos a nadie, pero la gente es súper familiar, nos pedían fotos». Ahora, la banda se prepara para su próxima presentación en Pereira el 31 de mayo, donde compartirán escenario con Khimera, otra exponente del metal sinfónico de la ciudad.
Manizales: entre la penumbra y la música
La ciudad que vio nacer a Dies Irae es una paradoja de contrastes. Manizales se erige entre montañas cubiertas de niebla, sus calles empinadas y su arquitectura neogótica parecen susurrar historias de tiempos antiguos. Para Karen Castillo, la conexión con la ciudad no se mide en sombras ni en oscuridad, sino en la belleza de su paisaje y la riqueza de su cultura musical. «No, pues es que esta ciudad es muy bella, empezando por ahí. Su arquitectura es hermosa, el clima y quienes llegan aquí se amañan cuando vienen de otro lado». No es un lugar oscuro, sino un escenario en el que cada individuo encuentra su propia identidad.

Para Edson David Cifuentes, en cambio, Manizales y su clima gris son el reflejo perfecto del espíritu del metal. «Es una ciudad lluviosa, nublada, oscura. Y el metal, de alguna manera, representa esa parte de las personas, la ira, los sentimientos que no siempre son tan chéveres, pero que se canalizan de una forma saludable». La catedral neogótica, símbolo de la ciudad, se alza como un recordatorio de la estética barroca y gótica que impregna su centro histórico, un entorno que parece hecho para el sinfonismo oscuro y majestuoso de Dies Irae.
Dies Irae no toca para un solo tipo de audiencia. Su música logra reunir a oyentes de todas las edades, desde jóvenes de 15 años hasta veteranos del metal de más de 60. Sin embargo, para la banda, el verdadero reto no es solo convocar, sino conectar. «No se trata de que sea solo un evento más, sino de hacer que la gente se sienta acogida, que ellos también sean parte de nosotros», reflexiona Karen Castillo. Aunque la mayoría de sus presentaciones han sido en bares y espacios para mayores de edad, la banda sueña con llevar su sonido a escenarios más abiertos, festivales donde el metal pueda llegar a un público aún más diverso. «Sería una forma de acercar más personas a la cultura del metal y del rock, romper la barrera del lenguaje y mostrar que la música también puede ser constructiva y edificante», menciona Edson Cifuentes.
Sinfonía y expansión
Dies Irae no se conforma con los límites del formato tradicional de banda. En su horizonte se vislumbra una ambición sinfónica: la posibilidad de llevar su música a un nuevo nivel al fusionarla con la orquesta de la ciudad. «Tenemos contactos que podrían abrirnos esa puerta», comenta la banda. «Nos gustaría orquestar nuestros temas, hacer arreglos y mostrar cómo el metal y la música sinfónica pueden complementarse». Sería un paso natural para un proyecto que ya se nutre de lo clásico, un encuentro entre la fuerza del metal y la majestuosidad de la música académica.
Pero los sueños de Dies Irae no terminan ahí. Viajar por el mundo, ser reconocidos por su música y su talento, expandir su alcance más allá de Manizales y de Colombia. «Ya somos conocidos en la escena local, ahora queremos llegar más lejos, hasta donde el talento y las oportunidades nos lleven». La banda trabaja en nuevo material, con la convicción de que cada canción es un peldaño más en su camino. Después de su primer sencillo, Falling in Tears, se encuentran en la fase final de un nuevo lanzamiento. En cada composición se refleja lo que son, lo que sienten y lo que sueñan.
La voz de las sombras
El metal es un reino de sombras y tempestades, un eco de antiguas profecías donde las voces masculinas han dominado por siglos. Sin embargo, como las brujas de los aquelarres olvidados, las mujeres han alzado su canto y reclamado su espacio en este mundo de acero y fuego. Dies Irae lleva esa llama en su seno. Karen Castillo es más que la voz principal; es el orden, la brújula que equilibra la sonoridad que la rodea. «Aporto carisma, creatividad y compromiso. Para mí, esto no es solo música, es algo que disfruto profundamente», dice.
No siempre fue así. Durante años, las mujeres fueron espectadoras en el metal, relegadas a los márgenes de una escena que parecía esculpida en piedra masculina. Pero el metal sinfónico rompió los sellos del destino. Fue allí donde las voces femeninas se elevaron como ecos de tragedias antiguas, donde las sopranos comenzaron a tejer con su canto paisajes de belleza y desesperanza. Desde ese punto de inflexión, su presencia se expandió desde la dulzura melancólica hasta los gritos desgarradores del death y el black metal. «Antes, casi no se contemplaba a la mujer dentro del metal, pero hoy, hay vocalistas en todos los subgéneros», señala Edson.
Sin embargo, en Manizales, las voces femeninas aún son pocas. La ciudad ha sido cuna de grandes proyectos, pero la representación femenina sigue siendo un campo de batalla. «Si uno se pone a ver, hay pocas bandas con mujeres en la escena», dice Edson. «Kimera, nosotros, pero no muchas más». Aun así, hay quienes resisten. Bandas como Nervosa, Cripta, conformada solo por mujeres, han demostrado que la fuerza del metal no entiende de géneros. «Ellas solas hacen un metal impresionante», comenta Jaime Giraldo. Dies Irae, con Karen al frente, es parte de esa lucha silenciosa, abriendo el camino para que más mujeres encuentren su voz en el metal.
Dies Irae no es solo una banda; es un ritual, una plegaria convertida en estruendo. Su música nace de la niebla y la nostalgia, pero no se queda en el pasado: avanza, muta, se reinventa. Con cada presentación, cada acorde y cada grito, la banda construye su propio destino. En su viaje, han encontrado en la tradición y la innovación su punto de equilibrio, en la dualidad de lo clásico y lo moderno su esencia. Mientras el metal siga resonando en los rincones oscuros de la ciudad, mientras haya manos alzadas y almas entregadas a la música, Dies Irae seguirá sonando, como un eco ancestral que no se apaga.
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