Las garzas en Manizalesel recorrido de una especie que no se detiene (9)

Las garzas en Manizales: el recorrido de una especie que no se detiene

Texto por: Andrés F. Rivera Motato

Fotos por: Valeria CiprianoGiovanny Galvez

ilustración por: Homez – IA

la presencia masiva de la garza bueyera (Bubulcus ibis) se convirtió en un problema ambiental y sanitario que crece año tras año. Esta especie invasora, originaria de África y que llegó a Colombia hace poco más de un siglo, encontró en el área metropolitana de Manizales un hábitat propicio, estableciendo colonias en diferentes sectores del corredor principal de la ciudad. Su proliferación descontrolada altera el paisaje urbano y genera múltiples conflictos, afectando tanto a los ecosistemas locales como a la calidad de vida de los habitantes.

Es una tarde silenciosa de febrero. La lluvia y las gélidas corrientes de aire traen recuerdos de una Manizales de antaño, esa ciudad donde la chaqueta y el buso eran indispensables, y donde las tardes solían vestirse de neblina. A medida que avanza la tarde, la ciudad parece sumergida en un letargo inusual. Ni siquiera la hora pico consigue romper el silencio que el clima ha impuesto en las calles.

Ramiro Gómez, un viejo habitante del barrio Palermo, camina sin prisa por la zona del Cable. Hace una pausa junto a una chaza de dulces y toma un periódico con desgano. Hojea las noticias del día y, sin despegar la vista de las páginas, le suelta al vendedor: «Oiga, qué vaina con este tema de las garzas. ¿Tienen esto solo o es que la gente ya se dejó incomodar por el frío?». Suelta una risa breve, deja el periódico a un lado y levanta la mirada. Sobre un árbol en el separador de la calle, las garzas comienzan a posarse al caer la tarde, blancas, inquietas, dueñas de un espacio que parece haberles sido cedido sin discusión.

El impacto de estas aves en la ciudad no es solo visual o auditivo, sino también sanitario. Los excrementos acumulados deterioran el arbolado, generan malos olores y propician la presencia de plagas como moscas y roedores. Además, estudios han señalado que las garzas pueden ser portadoras de bacterias, hongos y virus que representan un riesgo para la salud pública, especialmente en grupos vulnerables como niños y adultos mayores. Esta situación lleva a un creciente malestar entre los residentes, quienes solicitan medidas urgentes para mitigar los efectos negativos de esta invasión.

El equilibrio ecológico de la ciudad también se ve afectado. Este tipo de garza compite con especies nativas por espacio y recursos, desplazando a aves locales como las tórtolas, canarios coronados, azulejos y otros que habitan los cielos de la ciudad. Sin depredadores naturales en la zona, su expansión se ha vuelto difícil de controlar, amenazando la biodiversidad urbana. 

La ornitóloga Valentina Marín Giraldo explica que la garza bueyera, originaria de África, ha logrado establecerse en Manizales gracias a su flexibilidad ecológica y capacidad de adaptación. Aunque en Colombia se han registrado casos similares en Cartago y Concepción, lo inusual es que una ciudad de la altitud y clima de Manizales experimente una colonización tan extensa. «El área urbana de Manizales le brinda a esta ave un hábitat propicio para establecer sus colonias de crías debido al tipo de vegetación que tiene la ciudad», señala.

El impacto de la garza bueyera va más allá de la biodiversidad. La acumulación de excrementos genera problemas de salubridad y deterioro del arbolado urbano, para reducir sus sitios de anidación, la administración ha implementado la medida de poda de árboles. Sin embargo, Marín advierte que esta estrategia es poco efectiva y contraproducente: «La tala de árboles no constituye una solución efectiva para controlar la presencia de la garza bueyera. Además, afecta negativamente a otras especies que dependen de ellos para sobrevivir». En lugar de desplazar a las garzas hacia zonas rurales, estas continúan buscando refugio en la zona urbana, agravando el problema.

La crisis ambiental que hoy enfrenta la ciudad con la proliferación de la garza no es solo un problema de fauna invasora, sino también el reflejo de una gestión deficiente del arbolado urbano. Desde el colectivo Antipaisajismos advierten que las respuestas implementadas hasta ahora, como la poda extrema y la tala de árboles, generan más daños que soluciones. “El arbolado urbano es fundamental para la regulación térmica, la producción de oxígeno, la captura de contaminantes y la biodiversidad”, explican, señalando que la reducción masiva de árboles aumenta el efecto isla de calor y deteriora la calidad del espacio público.

Además del impacto en la biodiversidad, la presencia masiva de garzas es un síntoma de una transformación ambiental más profunda. La pérdida de humedales y la urbanización acelerada obligan a estas aves a desplazarse, encontrando en la ciudad un refugio improvisado. Sin depredadores naturales y con árboles de porte alto a su disposición, su crecimiento ha sido incontrolable. Para Antipaisajismos, este fenómeno demuestra cómo la falta de planificación ecológica en el desarrollo urbano está generando consecuencias irreversibles. “No se abordó la raíz del problema, solo se desplazaron las aves sin ofrecer soluciones integrales”, afirman.

Para este colectivo el panorama a futuro es desalentador si se mantienen las mismas estrategias. La supuesta compensación de talas con reforestación en las periferias de la ciudad no es una solución real, ya que los árboles urbanos cumplen una función inmediata que los nuevos ejemplares tardarán décadas en reemplazar. “Si las malas prácticas continúan, Manizales perderá su identidad como ciudad paisaje”, advierte Antipaisajismos. La crisis climática y ecológica requiere un enfoque sostenible que priorice la convivencia con la biodiversidad en lugar de su eliminación arbitraria.

El fallo frente a las Garzas en Manizales 

En noviembre de 2020, el Tribunal Administrativo de Caldas tomó una decisión que marcaría el rumbo del manejo de las garzas bueyeras en Manizales. Camila Duque Pedraza, preocupada por la creciente presencia de estas aves en la Avenida  Alberto Mendoza llevó el caso ante la justicia, exigiendo soluciones efectivas. Su petición era clara: trasladarlas a áreas rurales sin que su reubicación significara un nuevo problema en otro punto de la ciudad. La Sala Primera de Decisión le dio la razón, ordenando a las autoridades tomar medidas concretas para controlar la situación.

El fallo (17001-23-33-000-2019-00183-00) ordenó a Corpocaldas llevar a cabo varias acciones, entre ellas, el monitoreo constante de la población de garzas en sus diferentes asentamientos para evaluar su comportamiento. También se le exigió analizar la efectividad de las estrategias implementadas y realizar los ajustes necesarios. Además, debía asesorar a la administración municipal en la gestión del arbolado afectado y capacitar tanto a los operarios encargados de la poda como a la brigada de ahuyentamiento, con el fin de evitar daños a los pichones que aún no pueden volar. Otro punto clave fue la instrucción de informar a la comunidad sobre los aspectos técnicos del manejo de la especie y garantizar la difusión de los avances a través de medios de comunicación. Asimismo, se le asignó la responsabilidad de recibir, atender y rehabilitar las garzas rescatadas durante las intervenciones.

Por su parte, el Municipio de Manizales debía mantener activa la brigada de ahuyentamiento y ejecutar intervenciones en los árboles afectados, aplicando medidas como podas, talas controladas e instalación de polisombras, según la evaluación técnica de cada zona. También se le ordenó gestionar los recursos necesarios para la atención del conflicto, asegurando la participación de las Secretarías de Medio Ambiente y Gobierno, así como de la Unidad de Gestión del Riesgo Municipal. Adicionalmente, debía monitorear permanentemente la ciudad para prevenir nuevos asentamientos de garzas y garantizar la difusión pública de las acciones emprendidas y sus resultados.

El problema de las garzas bueyeras no es nuevo en la región. Municipios como Villamaría, Neira, Chinchiná y Manizales lidian con esta situación durante años, e incluso hay registros que datan de la década de 1980. En aquella época, Villamaría sufrió una invasión similar en el área que hoy se conoce como el Parque de las Garzas, aunque actualmente el municipio logró librarse de la presencia masiva de estas aves. Por su parte, Neira enfrenta dos asentamientos distintos dentro de su zona urbana, mientras que en Manizales se han identificado al menos dos grandes colonias.

Ante la persistencia del problema, el pasado 16 de febrero se llevó a cabo una sesión intersectorial en la Gobernación de Caldas, donde representantes de estos municipios se reunieron para discutir estrategias conjuntas. El objetivo fue generar soluciones efectivas y evaluar los resultados de las medidas implementadas en cada zona. Buscando no solo dar cumplimiento a la sentencia que obliga a controlar la población de estas aves, sino también encontrar mecanismos que permitan mitigar su reproducción y minimizar los impactos ambientales y urbanos que generan.

Aunque la presencia de garzas en Manizales no es nueva, el debate volvió a tomar relevancia cuando las colonias se establecieron en la zona comercial de la ciudad. Durante los últimos cinco años, se han intentado desplazar de sectores como Fundadores, Faneón, Ruta 30, entre otros; pero su distribución dispersa por diferentes puntos de la ciudad ha dificultado su control. 

La situación se agravó cuando se asentaron masivamente en El Cable, sin dispersarse como en ocasiones anteriores. Paula Carolina Patiño, profesional del Grupo de Gestión de Fauna Silvestre de Corpocaldas, advierte que este no es un problema exclusivo de Manizales, sino una situación que afecta a nivel nacional e incluso mundial. Además, explicó que las garzas se ven atraídas por la luz y colonizan rápidamente los árboles, afectando su follaje y tronco. A pesar de los esfuerzos de las autoridades, el proceso de desplazamiento ha sido complejo, ya que estas aves se acostumbran a los ruidos y movimientos utilizados para ahuyentarlas, lo que obliga a prolongar las jornadas de control.

Desinformación y polarización en redes: el reto de educar a la comunidad

Las redes sociales se han convertido en un campo de batalla donde la falta de información profundiza la polarización sobre el problema de las garzas bueyeras en Manizales. En la sesión intersectorial, uno de los puntos clave fue la necesidad de brindar información clara a la comunidad para evitar posturas extremas. “Hay personas que dicen que hay que exterminarlas, pero otras que dicen que qué pesar de las aves, qué pesar de los árboles, que van a acabar con todo”, comentó Paula Patiño. Destacó que, si bien se deben eliminar los nidos y evitar la reproducción, es esencial desarrollar programas de educación ambiental. “Corpocaldas prima por el bienestar en general de las especies, y en la zona tenemos otras garzas que no son invasoras y que forman parte de nuestro territorio”, añadió.

Mientras Manizales busca controlar la presencia de estas aves, municipios cercanos como Villamaría sienten el impacto del desplazamiento. Juan Camilo Ocampo, representante del Cuerpo de Bomberos de Villamaría, señaló la falta de coordinación entre municipios en las jornadas de ahuyentamiento. “Cuando en Manizales hay jornadas de ahuyentamiento, en ocasiones sentimos que las garzas vienen a Villamaría y no estamos preparados para recibirlas. Lo ideal sería que avisaran para estar preparados y dirigirlas hacia zonas rurales”, explicó. Además, la desinformación ha generado conflictos sociales, al punto de que algunos habitantes han recibido amenazas de muerte por su participación en las labores de control. Para muchos, el ahuyentador se convierte en un enemigo de la comunidad, cuando en realidad su trabajo es una medida necesaria para mitigar el problema.

Las labores de ahuyentamiento en Manizales ahora cuentan con el respaldo de la empresa especializada en servicios ambientales TUCAN. Su representante legal, Juan Alzate, enfatizó que su intervención se basa en educación ambiental y en el control estratégico de la especie: “buscamos que este conocimiento llegue a todos a través de la educación ambiental. El ahuyentamiento es importante para que estas especies no se establezcan en un punto específico. Realizamos el seguimiento, el control de la población, el ahuyentamiento y el monitoreo de la especie en toda la zona”, explicó.

El encuentro intersectorial dejó compromisos en tres ejes fundamentales: control poblacional, ahuyentamiento y educación ambiental. Alzate aclaró que las metodologías deben cambiar constantemente debido a la capacidad de adaptación de estas aves. “Lo que hoy sirve, puede que mañana no”, afirmó, enfatizando que la poda de árboles es una estrategia recomendable, pero no la tala indiscriminada. Además, resaltó una realidad ineludible: sin presupuesto, no hay solución efectiva, y esta es una problemática que no se resolverá de inmediato.

Por otro lado, la ornitóloga Valentina Marín propone estrategias sostenibles para mitigar el impacto de las garzas bueyeras en Manizales sin afectar el ecosistema urbano. Entre sus soluciones destaca el uso de aves de presa entrenadas, como el halcón de Harris, para controlar de forma natural la población invasora, así como el monitoreo constante y la educación ambiental para sensibilizar a la comunidad. Además, sugiere el control poblacional mediante el retiro de nidos, huevos y polluelos, asegurando que la gestión de la especie se base en la ciencia y el respeto por el entorno.

El ave voló del Cable

Durante la semana del 9 de febrero, las jornadas de ahuyentamiento en la zona del Cable se intensificaron con diversas estrategias: espantapájaros, mallas, polisombras, ruido, sacudidas de ramas, entre otras. Sin embargo, ninguna de estas medidas  logró el resultado esperado, a pesar de haber funcionado en otras áreas. Fue hasta el 15 de febrero cuando, de manera sorpresiva, las garzas abandonaron la zona y se desplazaron hacia las cercanías del Parque de la Mujer. El detonante que hizo efectiva la dispersión fue el uso de pólvora silenciosa, una medida que no se había implementado previamente en este sector.

Martín Emilio Osorio, empresario del sector del Cable  afectado  por la presencia de las aves, reconoció que algo funcionó en las labores de dispersión, pero insistió en que el problema no puede manejarse con métodos experimentales sin un registro de efectividad. “Durante todo el tiempo que estuvieron aquí, fui uno de los principales afectados por la situación. El olor era indescriptible y es necesario que la solución quede documentada en algún lugar y no solo sean pruebas sin seguimiento”, afirmó.

Además, Osorio denunció la falta de respuesta de otras entidades frente a las afectaciones que dejó la presencia masiva de las garzas. “Desde hace días contacté a EMAS para que limpiaran el excremento en la zona y nadie vino. Hablé con el mismo alcalde y me dijeron que era imposible de quitar. Ante el malestar, nos tocó a nosotros mismos limpiar con una hidrolavadora. Ahí me di cuenta de que es falta de voluntad. Eso salió ahí mismo”, concluyó, evidenciando la descoordinación en la atención del problema.

Entre las distintas posturas de las fuentes consultadas, hay un punto en el que todos coinciden: la necesidad de jornadas de educación ambiental para informar a la comunidad y mitigar la desinformación. Sin embargo, el proceso no será inmediato, y ante la incertidumbre sobre cuánto tiempo tomará encontrar una solución efectiva, las palabras de Ramiro Gómez resuenan con fuerza. Antes de volver a su hogar, con un café en mano en la chaza, reflexionó: “Como sociedad nos falta tener más paciencia y aprender a convivir con las adversidades naturales. Hace años los problemas eran otros, y ahora que todo se soluciona más rápido, no hay paciencia”. Su comentario deja en el aire la pregunta de si, más allá de las estrategias y medidas de control, la verdadera clave está en cambiar la forma en que la ciudad entiende y enfrenta los retos que la naturaleza impone.

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